La novia que impulsó al emprendedor

Administrarnos a nosotros mismos es un gran desafío, el dominio personal en la búsqueda del saber exige autonomía, no quedarse en estancos de academia, en muchos casos la educación es un negocio para otros y un estado de dependencia a las ilusiones de los títulos y los rangos sociales que son un mero estatus de apariencias. Hay pasos más allá de su frontera y entre estas mismas instituciones están los nichos de la investigación y la innovación transformadora.  

El buen manejo de nuestros estados emocionales se basa en realidades, nos hace seguidores, nos paraliza o nos impulsa, y el reto más difícil de la administración es manejarnos a nosotros mismos, las capacidades de inventiva y los estado de fluidez son un dominio mental y emocional en la persona; los mejores, manejan circunstancias y se concentran tanto que olvidan los obstáculos y en cada dificultad perciben desafíos.

El señor Carlos Llanos lo explicó así: mamá decía que yo era chatarrero porque cogía partes de mecanismos usados y desechados, los observaba y pensaba en mecanismos nuevos, el metal es duro y maleable, yo hacía desarrollos y combinaba.

Cuando llegué a la universidad me sentí triste, en las clases eso no era lo que yo esperaba. No parecía ingeniería mecatrónica, yo estudiaba las materias que eran pura teoría; cuando proponía problemas de la vida real al profesor con mis ideas de soluciones, él quedaba grogui, él no me interpretaba porque solo era un repetidor de fórmulas y no sabía observar la realidad de las cosas que funcionan y la vida.

Dejé de asistirle y busqué libros en la biblioteca porque odiaba esas clases, hacia simulaciones con mis gráficos y fórmulas, armaba mecanismos con alambres y cosas de reciclaje, después llevaba el asunto para discutirlo en la clase y otra vez quedaba grogui, nadie, ni el mismo profesor la cogían; sin embargo, no me sentía frustrado, ese no era mi lugar.

Yo desde niño inicié mis estudios en el taller de mi papá que era un mecánico, el me hacía organizarle el sistema de herramientas y me explicaba cada uso, yo le decía que quería estudiar para ser ingeniero. El me repetía que lo importante no era ser ingeniero, ni siquiera los cartones; lo esencial y lo que me iba a generar más valor es ser ingenioso, que mi tarea constante era ser genial y generador de valor. Siempre conversamos y pusimos entusiasmo en esa idea, cada día me motivaba, me entregaba cachivaches para que los desbaratara y con esos y otros elementos que comprábamos me dedicaba a inventar cosas, muchas veces no funcionaron, repetía y repetía hasta lograrlo.

Decidí continuar en la universidad sin seguir el currículo, estaba en tercer semestre y asistía a clases de séptimo y noveno, decía a los profesores: señor, no me califique, pero yo le asisto y déjeme pensar, me ingeniaba soluciones a los asuntos del mundo que carecían de soluciones y cuando la universidad ya no me daba la dejé. Y desde la universidad busqué otros escenarios del saber, como el SENA, allí si aprendí a construir mi método, cuando me inventaba un dispositivo nuevo, me animaban.

La primera emoción estuvo en un mecanismo para dejar caer un huevo sin que se rompiera y justificarlo, rompí muchos y lo logré. Yo asistía con presiones, porque ya tenía muchos negocios y asuntos que resolver, pero sentía emociones en ese tiempo tan valioso porque aprendí y apropié mi método, la emoción no era graduarme, encontré las claves para ser más creativo, resolver dificultades y crear soluciones con equipos de trabajo, y manejar buenas relaciones.

Sentir a las personas y saberles llegar a quienes saben más y al que me ayuda para que aprenda. El esfuerzo no es problematizar las cosas, es pensamiento y dedicación para lograr y hacer que algo funcione. El ingenio requiere mucha observación, estar alerta a las innovaciones, escuchar mucho, pensar mucho y esforzarse. En el SENA sentía libertad, no estaba prisionero de las notas, poco a poco pedía cosas dañadas. Me decían: observe, desbarate, diga y aprenda, yo dañaba y arreglaba.

Emprendedor Carlos Llanos al fondo entre compañeros de negro Diana al frente

Dianita, mi gran compañera, cuando éramos novios, anhelábamos una moto, ella me escuchaba y motivaba; escuchó mis emociones y comprendió, sabía que lo necesario para mí era tener máquinas y herramientas, entonces me frenó. Mírame, no pensemos en esa bendita moto, ese dinero lo debemos invertir en la máquina que necesitas y en herramientas. Arrancamos ahí, ella se puso mi overol.

Tras siete intentos fabricamos una máquina para hacer conos y obleas para servir helados de esos que tanto le gustan a la gente. Las fabriqué, las mejoré y vendí a las empresas, en cada caso encontré ideas nuevas y sus saberes escondidos. Ahí en esa experiencia nacía mi empresa Maquiconos. Hoy fabricamos máquinas y exportamos a varios países en un taller sencillo, mamá y papá me cedieron la casa y celebraron cuando la convertí en talleres.

El caso Kinetic Wall at Geneva Motor Show- Interactive Kinetic Installation (Temporary)

Una respuesta a “La novia que impulsó al emprendedor”

  1. Muchas gracias don Guillermo por este hermoso artículo 🙏🙏🙏. Me siento muy admirada por todo lo que ha construido por tanta fortaleza, por sacar adelante la gran empresa que tienen ahora. Muy feliz de conocerles y saber que juntos podemos seguir luchando.

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