Mi tiempo con la venezolana

He visto a las venezolanas en las ciudades con su esperanza y su búsqueda entre el viento de la calle. Por qué callar ante ellas con sus manos que buscan golpear de un minuto a otro el cambio de su destino.

Este poema es mi tributo a ellas.

A una calle de mi ciudad llegó la Venezolana,
sus días iluminados por la luna en el orden de sus días,
su piel lozana en bronce y sol, sus zapatos triturados.
Buscamos frutos y amistades en la ola de sus días.

Invítame a un café de dedos temblorosos,
que pasó por sus labios para invitarme a un beso
con su tono carmín y sonrisa gamina de su límpida noche.

Bajo la experiencia de un microgramo de una flor
su tiempo al fondo en su mirada era de siempre viva
un sueño eterno de un instante y no sé por qué demonio
los genios se inventaron la cuenta de los días.

MAR DE MEDUSAS de Ana Maria Nava Glass Moderno Vidrio

MAR DE MEDUSAS de Ana Maria Nava Glass

Le escuché desde el bordo de sus rutas
en la corriente del tiempo que lleva su edad.
Veinte ciudades con trescientos veinte días
un año con estrellas apagadas en su mirada.

Había escrito versos desde sus siete años
de los hijos de Adán que somos un solo cuerpo
y reía al lado del agua con sus cantos volátiles
y se sentía humana al aprecio de la pena de los demás.

Llegó a buscar palabras nuevas para animar sus rutas.
Viento leve e inmóvil en el movimiento que nos lleva
entre el tiempo que aflige ella con su dolor vendía baratijas.

Una parte de su cuerpo cantaba en festivales,
con su voz que arrulla adelante ni hacia atrás,
en ese efecto magno de desperté en un vacío
sin presente y sin futuro existiría en mí.

Los otro no sufrían como ella. La arrojaron los músicos.
Rockera indisciplinada, su poesía no era su esencia
aunque le retuvieran las palmas con sus ideas renovadas
y moléculas vibraran con su química esencial.

Pero se reveló. No soy de atarme a nada
con su potencia en fuego ella sale de abajo
con la energía vital de un tiempo granulado
y arriba de la tierra escupen las metralletas.

El arte de la fibra protagoniza exposición en Miami de la mano de la artista venezolana Carola Bravo Una exposición titulada “Braided Nature”,

Seguía vagando su impudicia al viento de primavera
para amasar sus días de desacato a los hombres de siempre.
El ahora y siempre nada significaban en su tiempo disgregado
porque el agite de su mundo son sucesiones sin futuro ni pasado.

Encontró que la esperanza en la eternidad es una mala alianza
no comprendía sus tiempos en la medida de los de religiones,
solo giran y ondean sus días en la ola sonora de una flauta
con vibraciones moleculares y rockeras oscilantes en el fondo.

En ella encontré mi antídoto por su frenesí en los demás,
en sus ojos cerrados de tarde lluviosa bullía gran movimiento.
Su sincronía en un ciclo que me hacía consciente
de cambios que no se nombran en un milisegundo,
y en la fracción de un infinito instante se me esfumó.

La vi tenue y tierna entre gota y gota de sus lágrimas
donde percibí tantas moléculas que no caben en la tierra,
solo un nada o un poco ebria, su humedad calaba exuberante,
no lavaba ruindad ni caminaba triste su agitación calórica.

En el tiempo absoluto, real y matemático de Newton,
emplumado y sin promesas bajo el gallinero, sentí su vida arriba.

En una mirada mía de pecador en viernes hacia el mundo de abajo,
calentaba mi caldero con soles bajo este cielo suyo de fulgores lleno
sin sentido de colores porque la noción de ella no me pertenecía.
Mi esperanza no es apego a ella ni a su tiempo diluido en un lapso inexistente.


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4 respuestas a “Mi tiempo con la venezolana”

  1. Avatar de guillegalo

    Si miras y lees lo que escribo de la Venezolana y la Brasilera, son las mismas palabras y los tiempos son diferentes. Porque en ambas encuentro esa similitud de sus sueños y sus búsquedas.

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  2. Avatar de Jerónimo Alayón

    Gracias, Guillermo, por este hermoso poema a las mujeres de mi tierra y por el vídeo sobre Gabriela Pérez al final de la entrada. Eugenio Montejo, un extraordinario poeta venezolano, escribió un poema que te dejo más abajo, y en el que siempre me ha gustado ver a la mujer venezolana como motivo (valga acotar que Manoa no es el personaje bíblico, sino la mítica ciudad de El Dorado). Ciertamente, cuando amamos a una mujer venezolana (ese es mi caso), amamos a todas, y nos duelen todas. Gracias de nuevo.
    MANOA
    Eugenio Montejo
    No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire,
    ningún indicio de sus piedras.
    Seguí el cortejo de sombras ilusorias
    que dibujan sus mapas.
    Crucé el río de los tigres
    y el hervor del silencio en los pantanos.
    Nada vi parecido a Manoa
    ni a su leyenda.
    Anduve absorto detrás del arco iris
    que se curva hacia el sur y no se alcanza.
    Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos,
    —siempre más lejos.
    Ya fatigado de buscarla me detengo,
    ¿qué me importa el hallazgo de sus torres?
    Manoa no fue cantada como Troya
    ni cayó en sitio
    ni grabó sus paredes con hexámetros.
    Manoa no es un lugar
    sino un sentimiento.
    A veces en un rostro, un paisaje, una calle
    su sol de pronto resplandece.
    Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
    sin darnos cuenta.
    Manoa es la otra luz del horizonte,
    quien sueña puede divisarla, va en camino,
    pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.

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  3. Avatar de azurea20

    Un poema precioso, para leerlo varias veces. Cada palabra tiene su presencia y hay que detenerse en cada una de ellas. Felicidades por escribir así.

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