Volvía su rostro sudoroso a la botella de ron, servía Memito, sus dedos largos señalaban el balcón que abandonó su mujer. Sin nada puesto encima y amarrado a la cobija le pusimos la pijama.
Guillermo Gamba
Volvía su rostro sudoroso a la botella de ron, servía Memito, sus dedos largos señalaban el balcón que abandonó su mujer. Sin nada puesto encima y amarrado a la cobija le pusimos la pijama.