Demencia en tiempo, amor y bancarrota

En mi familia varios cambiaron con la demencia. Aprendí en ellos la cordura que devanaba su lenguajes, me llevaban hacia un pasado fantasioso con llamas amenazantes, sus miradas perdidas y solo imaginaba las chispas en sus ojos.

Algo emocional profundo me traía el contacto y el calor en sus caras y sus manos, hasta esos momentos perdidos tras su pared de lo ido a lo más ido. Jerónimo Alayón me ha llevado hacia el más misterioso y profundo interior de mí mismo, me ha desafiado a escarbar el presente en aquellos instantes cuando intente traspasarlo hacia una imagen de ese destino de un final incierto.

Lo leo y le agradezco cada vez lo que ha publicado en EL NACIONAL

DEMENCIA, TIEMPO Y AMOR

Por Jerónimo Alayón27 de enero de 2023

Cuando recordar no pueda,
¿dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
y otra cosa recordar.

Antonio Machado

Al Pbro. Joel Matheus. A mi madre, in memoriam.

La noche del 16 de enero de 2016 mi madre cruzó —para luego regresar al cabo de dos semanas— el umbral de la demencia vascular. Un pequeño ACV, tan silencioso, fue su pasaje. Apenas un día antes estaba entre nosotros, lúcida. No se había mudado del todo al limbo, hasta que finalmente lo hizo durante ese medio mes. Nuestro día a día se volvió muy complejo. De un lado, las cosas sencillas: el conejo que daba saltos, la perra que hacía cabriolas, el café de media tarde. Del otro, lo lacerante: una galería de seres fantásticos que solo ella podía ver y que la atormentaban, el insomnio (de todos), los delirios, el olvido…

Hay dos fechas de defunción en la demencia vascular. Una sobreviene el último día de vida. Otra ocurre antes, el último día de cordura… Por tanto, hay dos duelos. Pero lo que me motiva a escribir este artículo no es la pérdida de facultades cognitivas de mi madre y el modo como, en aquel tiempo, los médicos lucharon contra ello. Hay algo más, y tiene que ver con el amor que ha perdido la asistencia de la memoria y de la abstracción racional. Mi madre ya no echaba en menos el amor ausente ni se resentía del pasado. Solo sentía el amor presente: un abrazo, la mano tomada, un regalo, una sorpresa, la galleta que le gustaba.

Surge, pues, una verdad de Perogrullo: la temporalidad del amor es el presente. No reparamos en ello porque al evocar podemos recordar que fuimos amados y sentirlo con tal fuerza como si fuera actual. Sin embargo, no se puede amar en pasado… solo rememorarlo. Otro tanto ocurre con el futuro y el afecto que soñamos entregar. No existe. Únicamente el presentismo del amor lo actualiza. Cuando perdemos las facultades de la memoria y la abstracción, toda entrega que no es presencial… no está más.

La capacidad que tenemos para reconocer que alguien nos ama a pesar de la distancia desaparece con la demencia senil. El amor en ausencia es una abstracción mental que deja de serlo cuando la mente ya no puede concebirla, puesto que aquel se alimenta de argumentos que se desarticulan en la persona que padece esta afección.

El amor solo es y existe en su presentismo. Lo demás es inasible. Es bueno saberlo para entender la importancia del momento actual. A veces me duelo de hablar con personas que me hacen sentir postergado ante el teléfono móvil, la tableta o el computador. Vivimos un absoluto desprecio por el tiempo presente como continente del ser real. Hemos devenido en entes virtuales, casi ficticios, y creemos que todo será recuperable desde una aplicación del smartphone. No cuestiono tales herramientas, que son fantásticas, sino nuestra descomunal torpeza para utilizarlas.

Creo que no exagero si digo que nunca antes se menospreció tanto el presentismo de la otredad. Desatendemos el encuentro contemporáneo con el otro para ocuparnos de la extemporaneidad de otros en nuestros dispositivos móviles. También nos hemos acostumbrado a deglutir las abultadas cifras de homicidios o de las monstruosas violaciones a los derechos civiles de poblaciones enteras sin que por ello se nos produzca ni el más leve espasmo esofágico.

Así pues, se trata de una vergonzosa cosificación de las personas tras los guarismos de una fría estadística social. Si algo he aprendido leyendo sobre los campos de exterminio nazi es que los números no aman ni odian… y no mueren: el número de un reo muerto pasaba a estar en el brazo de otro vivo. Las cifras nunca darán cuenta exacta de la tragedia humana.

Cuando la demencia senil reclama a su pasajero, no resta tiempo para tanta abstracción sobre la vida y lo que podríamos hacer para restañarla. No es el momento, por consiguiente, del mundo, sino de ese limbo que toca a algunos. Más que mirada al exterior, la vesania es eterno ensimismamiento. En ella todo se hace intrascendente porque ya no hay conciencia de la sucesión temporal. Apenas queda nada del Chronos y del Kairós griegos, puesto que su temporalidad deviene aiónica, presentismo puro… como quizás sea la eternidad. Cabe, entonces, preguntarse: ¿vale la pena desperdiciar tanto presente mientras aún podemos atesorarlo en la memoria? Y cuando ya no podamos recordar… ¿qué recuerdo seremos para los demás? ¿Acaso el de alguien que solo miraba un aparato…?

© Jerónimo Alayón y El Nacional.

https://jeronimo-alayon.com.ve/category/el-nacional/

«LA BANCARROTA DEL CIRCO» 

Cuando leía de la “Demencia, tiempo y amor”, ocupé alguna silla en algún lugar de este circo en bancarrota, sacudí mi pensamiento como aquella la gallina que picotea a un gusano para encontrarle el lugar de una memoria llena de olvidos. Me imaginé con ella ahí, Azurea20 ahí observándola. Mientras la leía ya sabía que no me estaba haciendo el tonto, solo que no sabía lo que llevo por dentro.  

HOY SE OYE MÁS EL SILENCIO

EN 27 MARZO, 2020 POR AZUREA20

Nadie es capaz de adivinar lo que llevamos dentro. Un personaje de Macbeth decía que la vida es un cuento, narrado por un idiota, lleno de ruido y furia que carece de sentido. Debe de ser esta la idea, por la que a veces me veo como un boceto, una obra en construcción. Polvo y barro. Imágenes que me conmueven con un tinte tímido de ingenio, inocencia e imaginación que, por más que lo intento, no logro atrapar. Una imaginación virgen, sin la mancha de otras voces, que al instante se disuelve tal vez   perdida para siempre.

Canción: «Maldita Demencia» … «Damn Dementia» Compositor: Alejandro Bassi Canta: Alejandro Bassi Produccion musical: Abel Lopez Guitarra: Rafael Soto Voz: Alejandro Bassi Imagenes: Adaptacion del video: «DIA DE LA MADRE» el video que hizo llorar a todo el mundo… LosPugans (canal de youtube)

7 respuestas a “Demencia en tiempo, amor y bancarrota”

  1. Buffffffff. Madre mía!!!. Según iba leyendo todos mis recuerdos se han puesto de pie. Recuerdos y experiencias no muy lejanos. He tenido que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.
    Durante bastante tiempo mi madre no supo quien era yo, pero yo sí que sabía quién era ella. A veces me decía que yo era su madre. Todos los días le dabe mil besos que, a veces me decía «pesada, que eres una pesada», para mí eran el mejor alimento.

    Y la sorpresa final ha sido ese texto de «Hoy se oye más el silencio» . Agradecimiento infinito, pues nunca acabo de estar convencida de lo escribo y de cómo lo escribo. Gracias amigo por valorarlo.
    Un abrazo.

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