A Chepe Uribe le repugnaba el aliento de su suegro, un vaho de ajo amargoso. En sus años se ignoraba la existencia de la microbiota. Mónica guardaba en la capa tierna de su piel las bacterias amigables que incentivaron sus feromonas y alentaron el erotismo. En algún beso en su saliva compartió la bacteria aromada por Cupido, el flechazo que los llevó al juramento del amor eterno en el altar.
Yo soy yo… Y mi microbiota
Su desarmonía se generaba en su intestino.
No calculó Chepe en su afirmación, ante el casposo cura Jaramillo, que ese contrato de unión matrimonial para toda la vida, podría haber sido con plazo a veinte años, cuando las bacterias del mal aliento con malos humores, como dicen en el llano, los alborotaron.
Tenía razón Jaime Rendón, su padrino y alcalde del pueblo; entonces le dijo a Chepe, mientras le ponía granos de arroz en la corona de una calva incipiente. -Tan pendejo que sos vos. Dizque no convenciste al cura Jaramillo: ¿Por qué no le dijiste? ..Vea hermanito, vos sos tan hombre como yo, póngamele plazo a este matrimonio, algo así como unos ochenta años. ¡Pero que pa toda la vida! Vos condenado sin mujer hasta la muerte y yo con la misma mujer toda la vida. ¡Estamos jodidos!..
A los años, les visitó el gordo Cardona, su suegro carnicero estuvo con ellos doce días; al tercero, ella se chupó medio helado con su padre, ahí fue lo peor, era un señor a quien le encantaba hablar mierda y su gozosa percepción estaba en la repugnancia que notaba en sus oyentes, no solo el tema, era que el mismo hálito iba en sus palabras olorosas al humo del laurel mierda. Entre la microbiota genética que trajo a la vida a Mónica, ahí como parte suya en sus otros años de existencia, le habían llegado unos microorganismos de efectos inesperados y aun inexplicables en la ciencia macrobiótica de época.
Catorce años sus días matrimoniales: tres mil doscientas noches buenas, quinientas doce regulares y mil quinientas catorce noches malas, pudieron sostener el contrato matrimonial. ¿Quién iba a adivinarlo?.. En su mutualidad corporal funcionaron normalmente cuarenta y seis millones de bacterias hasta meses antes de su crisis. El diablo sopla hacia el fuego del fogón y cuando suena se anuncian los problemas, decía una amiga cubana de Sancti Spíritus, mientras armaba un matachín para atraer la armonía. Alexis pensaba con sus dudas y creó este patiquín con buenas ganas.

Un patiquín lo que hace el amor en mi bella Cuba.. Juana mi amor te traje el Adote..una casita con de todo..mi Papa me ayuda.a traer los muebles….y Gau a saludarte..y Miau…a conocerte….es timido… Visita las bellas creaciones de web.facebook.com/alexis.cardonacastillo
«Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo», escribe Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote. Veo los pataquines de Alexis y pienso. En Chepe y Mónica, las circunstancias microbiológicas más inmediatas en la microbiota de ellos, en sus genomas y el conjunto de microbios que conviven en sus cuerpos; ahí en la piel, en el tapiz intestinal y desde dentadura al ano, su salud y bienestar se preservaba en sus intestinos.
Su unión comenzó a fallar cuando en su sangre aumentó una sustancia cC014 o factor soluble CD14, que ocasionó más permeabilidad intestinal, entre los rotos del tapiz las bacterias dañinas pasaban más fácilmente a su sangre, a él sin la percepción de su propio olor fétido, y en el sudor de ella, el consumo de pan le dejaba una acidez estomacal causante de malestares y el mal genio de los demonios que alteraban la armoniosa sinapsis que ejerce el milagro de un sistema nervioso eficiente.
Al comienzo sostenían su unión con sus buenas emociones, la explosión sincrónica entre sus orgasmos y la armoniosa convivencia. Ahora con la llegada de un suegro carnicero contaminado desde el ecosistema de la vida en la galería y el mundo que no les pertenecía, explotaban con otros detonantes.
Decidieron acostarse separados, él en el suelo sobre una estera y ella en la cama donde se percibía el aroma de su repugnancia, en su medio estaban los microorganismos que penetraron su piel y alteraron todo el ecosistema de su convivencia. Desde los documentos y las promesas, sus rastros de sus sandalias, las alteraciones químicas en sus relaciones y las emociones contrariadas rompieron su contrato matrimonial.
El texto de este caso es mi aproximación a las enseñanzas de la autora Sari Arponen en este libro.