Una bala sacó a un humano de la tierra y su aroma musical se esparcía por el suelo. Explosionó a su espíritu con violencia y lo reintegró a un infinito sin gravedad terrestre.
El cuerpo ahí, inmóvil, atrapado tras segundos de estertores, fraccionado y diluido sin la energía celeste, su vida hacia lo mínimo y cada vez más mínimo en cada instante, hacia esa nada del ser que renace en seres mínimos o elementos de ceniza, en la cuenta de narrativas sin luces hacia lo innombrable. Existirán varias versiones. Lejano el cuerpo y su violín. Muerte veloz y lenta en las versiones que se nombran y recuentan.

Su energía difuminada en un éter difunto, vagó por los caminos donde la musicalidad más pura de su violín había sonado, le oían los vecinos, presentían algo indefinible en los hogares donde Pedro Violín había animado sus fiestas de matrimonio y la vida nueva en el bautismo, cumpleaños y celebraciones. Él era musicalidad con vibraciones, titilación de estrellas, relacionada y relatada como un alejamiento de la tierra hacia la vida en una nueva era.
Aquel sonido tenue de energías vibracionales en las cuerdas del violín y las pulsaciones de sus dedos con la armonía de sus emociones. Toda esta conmoción tan temerosa se aceleraba en un espacio etéreo y se hizo recuerdos del cinetismo enérgico y leve en la lentitud de Pedro Violín.

Otro estallido prendió alarmas desde algún origen donde dio tumbos hasta aquel vacío sentido del estallido de la bala que transformó la fractalidad del tiempo y a la armonía musical en todos los recuerdos que regó el espíritu de Pedro Violín en sus lugares.
Gallo Extraño llamaban al bandido que aceleró su día menos pensado, ese día cuando llegan las cosas que nunca se creía que iban a llegar. La energía vibracional con ondas musicales desde una victrola en la cantina de Marucha, despertó sensaciones de agonía por un pariente mal matado; un muchacho incógnito, vislumbró al agresor que le soltó el tiro al finado Pedro Violín. En la parroquia todos lo recordaban.
La energía buena de Pedro Violín eliminó a la energía mala de Gallo Extraño.
Alguien habló de un día milagroso, desde todas partes estallaba ese sonido que pregonaba la salvación de todos los posibles más difuntos, aquellos que pudieron haber caído desde los fulminantes de la pistola de Gallo extraño. La lluvia del invierno más desnudo taladraba el silencio y opacaba a los demás sonidos, el agua dejaba el orificio que no se ve, desde su más lejano final la historia enviaba la musicalidad de la energía con la tonalidad que impregnaba Pedro Violín.
Bala muy rápida muchacho y muerte muy lenta para una Gallo tan Extraño. Fugaz liberación hacia el fin de las historias de las que aún quedan las huellas de su sentido, aquellas particularidades que configuraron sus identidades.
Hernando Toro Chica comenta:
Guillermo. «Gallo Extraño» fue un bandido terrible, de Apia, que se movilizaba en un jeep Willys viejo, de quién me contó un amigo, ex-Juez de Instrucción Criminal de allí, cuyo nombre me reservo, algunas de sus andanzas, y cómo, con mucha devoción, se arrodilló y agradeció a Dios por su muerte, pidiéndole muy especialmente «…lo pusiera en el infierno en una parrilla a fuego lento, para que quedará bien asado ese h.p.» por todo lo que lo hizo sufrir cuando se desempeñó como Juez. Saludos.
Una respuesta a “Días no pensados en sonido de violín”
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https://craigsbooks.wordpress.com/2022/06/18/tis-god-gives-skill-but-not-without-mens-hand-he-could-not-make-antonio-stradivariuss-violins-without-antonio-4/
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