El tesoro del Alto de Serna

Cumplía quince años, le besé abrazados en la lluvia: tu si me importas Carajo. Mamá dice que no hable con hombres, pero tú, si que eres el mío. Acaríciame tras el portón y te narraré lo que decía mi tío Eladio, un tesoro que han buscado en la altura de esos caminos por donde andarás con él en estos días.

Me llevé su mirada, su afecto fue mi guía en los andurriales que atascaron a mi mula entre la maleza donde andan los buscadores de bejuco tripa de perro, lo recogen para los artesanos de cestería de los canastos recolectores de café. Ella ahí en toda mi ruta.

A su otro tío le decían Pataiperro, cazador de venados y andariego, guió al notario J. A. Gómez cuando llegó con siete perros criollos y siete amigos con siete gozques chapolos pointer de cacería. El Pata perdió a su perro tras la jauría desbocada entre caminos y trochas precolombinas, siguió y buscó en una senda donde persisten piedras con jeroglíficos y travesaños de madera de macana petrificada, Río Arriba por la cuenca del Apía hasta Alto Pelahuevos y más allá hacia el occidente del Alto de Serna, ruta que lleva a Puerto de Oro y ese Chocó donde brilla la tierra que persiguen los aventureros. A su regreso por Belén de Umbría encontró a su perro.

Primera noche de parada. Eladio Jaramillo, baquiano de esos parajes, habló del tesoro del Alto de Serna. Mire hacia allá mijito, caminemos cautelosos, estamos entre linderos de los espíritus del monte. Yo estaba chiquito, Pedro Marín me contó que conoció a los hijos de Serna, ese alto lleva su apellido porque él se perdió por este lado arriba en lo más escabroso.  Después de una juega de dados y unos rones para calentarnos, le pregunté más a Eladio y continuó.

—Mijito. Serna era criollo mestizo, mitad indio y mitad blanco, tenía algo de negro porque su mamá era hija de negra esclava, en Santa Fe de Antioquia, un encomendero de indios la compró para que lo acompañara en la cama todas las noches. Dizque era buena horqueta la condenada. Serna siguió los rastros de la ruta por donde colonizó Jorge Robledo a lo largo del río Cauca, llegó a Anserma Viejo y buscó los montes de Apía, unos guaqueros le dieron señal del sitio donde el Cacique Tucarma escondió unos objetos de oro para que no se los quitara el conquistador, lo mataron y no dijo nada. Serna recorrió las lomas bajas hacia Viterbo; y ahí, encontró las guacas que acumulaban el tesoro. El tesoro de Serna.

En este episodio Eladio paró el relato, prendió un tabaco, dos copas de aguardiente amarillo por la pura necesidad de mantener encendida la mecha de su lengua y la fogata de su memoria.

https://historiayregion.blogspot.com/2018/09/los-tesoros-de-mangarracho_19.html

—Mucha gente colonizadora blanca buscó guacas y sospechó de los hallazgos de Serna, estuvo acorralado por guaqueros malos y bandidos. Querían matarlo para robarle su tesoro. Él salvó sus objetos de oro y piedras preciosas cuando siguió con sus quince mulas por este camino de indios y subió más allá del Alto de Las Palomas, los espíritus del monte envolataron a sus perseguidores, días después llegaron mudos a Ospirma, un paraje de Guática. En lo alto del cerro que lleva su nombre, Serna enterró el tesoro, lo tapó con retoños del árbol de sietecueros, carbones, caolín y tierra con ceniza de su fogata; señaló el sitio con un cercado de matas de agave amarillo del que llaman pita, entre el monte, aunque Gerardo Díaz decía que Serna despobló el lugar. Un lote descampado y cercado con agave de pita era la señal hacia donde cavar para hallar el tesoro.

Más tarde indagué si alguien halló lo guardado en el Alto de Serna. —No mijo, ni el mismo Serna, él se perdió en esos montes, se había escondido en el Chocó, se fue a un poblado a orilla del río Atrato donde enamoró a una morena de ojos verdes, allá perdió la memoria entre el poderío de esos ojos y cuando regresó a buscar su tesoro no pudo recordar detalles. Lo buscó hasta cuando lo envolataron los espíritus del monte; jamás regresó, nadie más lo vio. Y un cura de esa España ambiciosa buscó a la morena de ojos verdes para encontrar el rastro de Serna entre su mirada. Allá mismo se perdió, colgó la sotana y quedó bobo del enamoramiento, cambió el vino de consagrar por los licores de biche, arrechón y tumba catres de la negramenta, más otras bebidas sagradas.

Tiempo después busqué a Gerardo Naranjo, el historiador de Apía.

—Escuche mi joven. Y habló con tono y misterios de viejo, despacio y bajito, sólo yo lo percibía. —Años después de la desaparición de Serna, unos guaqueros de Apia y Santuario, expedicionaron hacia el tesoro; parece ser, dicen, hallaron el sitio, ese terreno plano en la cima del Alto de Serna. Don Gerardo decía que no sé explicaba por qué los geógrafos y quienes hacen los mapas lo escriben con S cuando ese Serna no era Serna con S, era Cerna con C. Sólo quienes sabían que ese tesoro era de Cerna lo podían hallar. Eso mismo decía José María Marín, el fundador de Apía.

Gerardo Naranjo se negó a contarme más de ahí, esas pistas eran el misterio para descifrar su mapa de narrativas mentales sobre el tesoro. Meses después, lo encontré chispeado con brandy en el Club Tucarma de Apía y me soltó nuevos detalles.

—Quienes llegan con ambición al Alto de Cerna se han perdido—. Lo pronunciaba con C, para no perderlo entre los hilos de nuestra conversación. —Unos expedicionarios reconocieron el sitio, como lo menciona la tradición oral: un descampado hermoso en lo alto del cerro, pastizales de tierra fría, cercado de agave amarillo de pita. Y comenzaban a cavar. Armaron cambuche para escamparse de brisa, neblina y sueños malos. Dos tragos de yagé los llevaron al delirio, se soñaron elevados entre tempestades de un huracán que los arrastraba a un viaje largo y azaroso entre los quejidos de Huayra Tata, dios andino de los vientos; aunque sea un dios del que solo hablan al norte de Argentina y Bolivia, es el dios de los vientos andinos. Cuando despertaban de esa pesadilla, estaban acampados en un lugar perdido en la selva, lejano y a muchísimos kilómetros. Así me habló Don Gerardo.

Sobre otros expedicionarios dijo Sixto Mena en Yumbo, él chocoano y conocedor de leyendas: —Recorrí ese territorio con guaqueros y otro sacerdote español en misiones por la selva del cañón del Chamí, partimos de San José del Palmar hacia el lado occidental del Cerro de Tatamá, mucho más al norte, recorrimos el Cerro de Caramanta, había poblados escondidos; ahí y allá o por esos lados, por el Alto de Serna, encontramos piedras talladas con figuras rupestres triangulares, hallamos una vulva que alude a los símbolos de la vegetación y el agua, decía el cura español, que  aplicó saberes de arqueología universal: —es el poder nutriente de una diosa que triunfó sobre la muerte, dijo el cura.

https://hablemosdemitologias.com/c-mitologia-argentina/huayra-tata/

Vi un triángulo enorme con una forma circular alargada en su centro: —Es el canal del parto en la vulva de la diosa ancestral de las culturas del alto Nilo que precedieron al cristianismo y desde ella surge la figura de María como divinidad, dijo el sacerdote. Creía que era ella porque esos parajes son parte de un corredor de la vida que fluye desde las culturas ancestrales que vienen del África, Europa y Asia, es una ruta de las migraciones de aves, semillas y mamíferos, insectos y humanos, intercambios de vida desde norte al sur del continente americano. Solo quedan algunas de estas huellas de habitantes primitivos.

Sixto Mena: —en esa misión los indígenas Emberá Chamí nos indicaron el Alto de Serna, encontramos el lugar descampado y cercado con agave amarillo de pita y hablaron de la leyenda: es lo sagrado y ancestral que se debe respetar sin buscar tesoros. Son misterios de los espíritus de la selva.

El cura español picado de ambición, su ansiedad de enriquecimiento fácil fluía en sus venas, regresó con palas y herramientas, cavó y cavó, lo cogió la noche y se lo llevó la tormenta. Desapareció entre los resquicios del canal del parto de la diosa ancestral representada por una vulva de piedra en las laderas del Alto de Serna. Ahí lo encerraron los espíritus de la montaña.

https://educomunicacion.es/arte_erotico/prehistoria_arte_erotico.htm

Pensé en los canales sagrados en la intimidad de mi quinceañera. Recordé que los hombres surgimos, nos criaron dentro de una vulva, nos forjaron durante nueve meses y luchamos para salir de la vulva sagrada, aunque seguimos aferrados a ella y sufrimos durante toda la vida por entrar más y más en ellas. En la vulva esta nuestra felicidad y nuestro sufrimiento. Yo, para no perderme ahí, sigo el lamparazo de la mirada de mi morena que me ha salvado de brujas, de duendes, de malos espíritus y de bandidos.

5 respuestas a “El tesoro del Alto de Serna”

  1. Comenta en facebook Julián Mauricio Calle Aguirre
    Una gran leyenda de la tradición oral Apíana. Sin embargo, la montaña que hoy día se conoce como el Alto de Serna no queda geográficamente en Apía, es la segunda altura de la Cuchilla del San Juan y es la divisoria geográfica de Pueblo Rico al occidente, Mistrató al noreste y Belén de Umbría al sureste.
    El Alto de Serna se encuentra al norte de Apía y al sur de este se encuentra la mayor altura de la Cuchilla del San Juan en la zona alta de lo que hoy conocemos como La Garrucha (el alto de Pelahuevos o del Cofre lo llaman otros) y es la divisoria geográfica de Pueblo Rico al noroeste, Apía al suroeste y Belén de Umbría al oriente.
    El alto de Serna o Cerna es una montaña curiosa, porque al verla desde el Alto de La Cumbre, Potosí, Pueblo Rico, Guática, etc; siempre se observa como una montaña que su cima no es ni puntiaguda, ni semicircular como son la mayoría de los cerros en nuestras montañas, este se presenta como una montaña que termina en su cima como una gran planicie y por ello puede ser que exista el sitio que dice la leyenda, es donde Serna dejó el tesoro escondido…

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    • Julián Mauricio. agradezco tu aporte, soy testigo de que has sido el más andariego en aquellos parajes, el más indagador, tanto que en varias ocasiones te he consultado. Eres gestor cultural de Belén de Umbría e investigas el contorno limítrofe entre Caldas y Antioquia.

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  2. El dios que aparece en Hablemosdemitologías.com de mitologías
    la imagen del dios «envuelto en una serpiente» no es de cultura andina sino de la cultura mochica de la costa norte del Perú, el Ai-Apaec:

    también conocido como «el dios de las montañas», muy repetido en los bajorrelieves de esa cultura, aunque bien pudiera, al aludir a las montañas, tener que ver con los vientos:

    Un abrazo
    Ramón

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  3. Ramón, gracias por los aportes que ayuda a precisar. Acontece, según mis conversaciones con los taitas y los ancianos más sabios entre Colombia, Ecuador y Perú. Y con los Emberá de la cordillera Occidental que sigue a Centro América, deducen y aseguran que las divinidades son las mismas y cambian de nombres en los lugares y culturas por dos razones: la primera por la lingüística en sus distintas dialectos, la segunda porque los curas doctrineros llegaron borrando dialectos que no se podían mencionar en comunidades que ellos manejaban por acuerdo con los gobiernos y tradición española, solo los dioses judeocristianos debían se su legitimidad.

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    • Ciertamente Guillermo, al fin y al cabo parece que todas las culturas han necesitado invocar a algún dios (o algunos dioses) de los vientos, Como bien dices, cambian las formas y los nombres pero no la necesidad de tenerlos benévolos y evitar que nos dañen. Ya los griegos tenían varios… El de los mochicas tenía un aspecto inquietante, no en vano se le sacrificaban prisioneros,

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