Crisis de la semilla y un campo de labranza

Cantos de aves en tierras de nadie y de todos, zona protegida donde nace el agua y emanan los gases del equilibrio planetario; en otras partes, unos latifundios privados engordan al más inútil valor capitalista, el rentismo de la tierra.

En los campos de labranza, la sensación feliz es cuidar a la vida entre la vida y las máquinas del progreso tecnológico, generan valor y suenan, dan valor a la calidad de la vida y al bienestar humano.

Nada es más gozoso que el trabajo de un agricultor que cultiva la tierra” decía en el Calendario de la sabiduría de (1909) con letras de León Tolstói.

“El verdadero agricultor aprovecha su parcela, no la explota”, es la idea en la revista El horticultor autosuficiente (1978) de John Seymour.

La agricultura sostenible es riqueza en su biodiversidad; mientras eso, la agricultura de explotación es alta productividad y rendimiento al máximo posible; sin embargo, muchas veces empobrece el suelo, aunque se abone con agroquímicos, incrementa el monocultivo y en etapas tras la cosecha, el ecosistema del suelo se estresa y aparecen las crisis biológicas. Han desaparecido los microorganismos que son la vitalidad del suelo y los químicos no logran ser procesados, los genes más apestosos para ese cultivo proliferan y es ruinoso continuar con el ciclo del mismo cultivo. 

La crisis de la polinización

Crisis biológicas que también atraen crisis sociales. Recuerdo después de las bonanzas aquellos cafetos caturra de la revolución verde, también las zonas con el monocultivo de la papa San Félix; pasaba el ciclo y la variedad se degeneraba, el suelo era plagado por enemigos.

Encontré a los cultivadores expertos en curuba en varios municipios, sacaban dos ciclos de cosechas en una tierra arrendada y abandonaban la región, quedaba el dueño del predio con los problemas para rehacer la naturaleza del suelo y mejorarlo.

He visto regiones con cultivos monótonos donde deforestaron las cañadas, escorrentías sin floresta y la gama biodiversa perdida con los torrentes secos. Se acabaron acueductos y regadíos.

En alguna vereda de Marsella habían recuperado el bosque tras una campaña de siembra de árboles, la fauna aún no estaba faltaban años. Llegaron los promotores del turismo con un grupo de gringos para admirar las bondades del municipio verde. aquellos michis monos, aburridos, veían un paisaje falto de movimiento. Por acá no nos vuelvan a traer, exclamó un niño, la quinceañera y su abuela no se ubicaban: ¿Por qué aquí no hay animales? Ni patos, gallinas copetonas o piscos y conejos. Hacen faltan los pavos, loritos y más pájaros.

Se soñaba con fincas como empresas modernas, dinámicas, ágiles y creativas. Al poco tiempo la ruina por la roya, cosechas malas por el daño de las arañitas rojas y venía, venía, la nada a los bolsillos. Desaparecían las abejas, mucho más importantes de lo que se piensa, sin polinización se erosiona la diversidad. Los alimentos dependen en gran medida de las giras que hacen ellas.

Dos jovencitas en Oiba Santander, dedicaron su tiempo libre a fomentar las abejas polinizadoras, su emprendimiento llevó colmenas de estos insectos de la Serranía a los Yarigüíes a zonas empobrecidas por la crisis biológica de una savia sin insectos. Cantaban, enseñaban, tenían su renta y sus estudios universitarios porque sus abejas dieron movimiento a los ciclos de la floración.

Después de aquellos años de la bonanza cafetera, nos embelesó un canto de sirena con otras propuestas atractivas que ocultaban peligros, algunos desesperados dejaron el café y buscaron el narcotráfico. Griselda la viuda negra, ya había asesinado a sus dos maridos y lucía con extravagancia aquel anillo que había pertenecido a Eva Perón.

En una taberna en South Beach, como dueña de la mafia de Miami, aquella madam convenció a memito y otros jóvenes, a su lado el hermano de un tal Pablito, fueron socios para llenar de cocaína las narices de los gringos desde Nueva York a San Francisco. “Que mina de dólares es doña blanca, es la caspa de mi dios” decían. Ella los orientó al negocio del narcotráfico, crecieron con cultivos y laboratorios, una flota de avionetas y la violencia con esa locura de la historia que ha degradado la vida colombiana y la convivencia social.

Lo que somos se lo debemos a la agricultura, dice el libro “Comer sin miedo” (2014) de José Miguel Mulet. Mitos, mentiras y falacias sobre la alimentación del siglo XXI. Cuanto comamos, en su mayoría es artificial, incluso con agricultura y avance de ciencia y sensatez.

A mayor conocimiento, mayor es la exigencia en conocer las condiciones de la existencia; incluso las múltiples vidas que carga nuestro cuerpo, los microorganismos que desconocemos conviven en el campo de cultivo de nuestra piel y nuestros órganos internos. Ciencia y duda razonable para nuestra salud y la sostenibilidad de la vida.

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Una buena calidad organoléptica, específicamente del sabor, es un objetivo en el desarrollo de programas de mejora genética en tomates, propósito que aumentaría los contenidos de los compuestos afines con la percepción del sabor, sin afectarlos mejoraría otra característica, la resistencia a enfermedades. Sin embargo, este cultivo bajo cubierta desmejora el paisaje.

Existen múltiples razones para conocer las bases de la vida vegetal, animal, microorganismos y los encadenamientos genéticos de la vida. La diversidad genética universal tiene centros de origen donde está brutamente amenazada, se arrasan extensiones de selva virgen, se fumiga y enciende la vegetación y los animales están desamparados.

Hay erosión genética y más efectos con las acciones humanas en los cultivos supuestamente mejorados mediante una selección y transformación que disminuye su base genética. Eso pasa en cultivos andinos como los tubérculos, desaparecen gradualmente las variedades de la papa, se encarece, se descompone y huele más feo que nunca porque es más vulnerable a enfermedades e insectos.

También crece la esperanza

Científicos estudian las selvas, cultivos y animales. Países han generado bancos de germoplasma con el fin de desarrollar nuevas variedades de cultivos y afianzar la seguridad alimentaria. AGROSAVIA desde el año 1994, tiene a cargo un Sistema de Bancos de Germoplasma en Colombia, tres subsistemas: vegetal, animal y microorganismos.

Cada subsistema conserva unos sujetos biológicos de gran importancia para el país. Allá lejos, unos políticos chinos insisten que el manejo y conservación de las semillas es garantía y vida para el suministro de alimentos del país. Sin embargo, el sector semillero de China está fragmentado y sus empresas carecen del extenso germoplasma recolectado por las principales empresas agrícolas multinacionales.

Banco de germoplasma del CIAT: «Futuras Semillas«

El CIAT ha emprendido “Futuras Semillas”. Actualiza su banco de germoplasma, mejor almacenamiento y distribución de colecciones en fideicomiso de cultivos claves para la humanidad: fríjol, yuca y forrajes tropicales.

Son instalaciones de última generación, generarán que dispondrán de información valiosa que ayude a liberar el poder secreto de las semillas. Un semillero para la capacitación más innovadora y extensión.

 
Un recorrido virtual por bancos de germoplasma

En los bancos de germoplasma las plantas, en forma de semillas o plántulas en tubos de ensayo, se catalogan y conservan para largo plazo y están dispuestas para su distribución. No son simples repositorios; allí los mejoradores e investigadores seleccionan los materiales de la mejor genética. hay mejoramientos. Proporcionan el material de siembra a los agricultores.

Este banco de germoplasma del CIAT, en Palmira, Valle del Cauca Colombia, es uno de los once del Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura. En parte lo financia la Plataforma de Bancos de Germoplasma coordinada por la Fundación Crop Trust.

Una respuesta a “Crisis de la semilla y un campo de labranza”

  1. Don Guille.
    Que entrada tan generosa. Mira que ayer mismo veía un documental sobre Vavílov el científico ruso que se enfocó en los bancos de semillas para acabar con el hambre del mundo. Por eso su reseña es puntual y actual ya que la agricultura está en peligro de extinción. O al menos la buena agricultura. Porque lo que se come hoy es transgénico. Por lo que me atrevería a decir que tanto el capitalismo como el turismo están cambiando la forma de trabajar, de comer, de vivir saludablemente.
    Un abrazo y saludos.

    Diego eFe

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