El pensamiento Muisca ancestral de mi abuela lo comprendí más al leer al escritor José Rozo Gauta.
Era una sensación de inmensidad muy antiquísima, era la infinitud hacia la multiplicidad naciente del universo. Era unquyquie, aquel transcurso cuando nada transcurría porque no existía el tiempo, era Ituaque Nxi, el vacío de antiquísimamente antes del tiempo. Era en Itugue Nxi el vacío del vacío, más y más complejo que el más allá de las estrellas oscuras inexistentes.

Bague era el pensamiento, la imaginación y la fuerza de todo cuanto habría de venir. La luz antes que la luz, el movimiento antes del movimiento, lo eterno antes que la existencia y la vida antes de manifestarse.
Tenía cosas del pensamiento, la palabra y la imagen que habrían de venir, mucho antes que el genoma que incubaría a las más de dos mil generaciones que antecedieron al árbol genealógico de la humanidad. No era ni él ni ella, ni gente ni deidad, era solo energía de pensamiento y luz de cuanto habría de venir.
Recupero estas ideas desde las palabras viejas, aquellas con las que me hacía pensar mi abuela Carmen Vera, era su narrativa oral de abuela muisca, solita con su lenguaje, mientras yo muy niño le alisaba su larga cabellera con su peine de cacho de venado, untado con su gel de aloe vera.
Mirábamos hacia el firmamento de Marsella desde el lado del naranjo, allá por Milochenta donde sentíamos unos olores de magnolias que alternaban con los aromas de otras flores galanas de la noche; así era ella, en el patio empedrado de las tres casas de la Gambada, me insistía: aprende a mirar hacia arriba porque allá también está un hacia abajo que se esconde; me señalaba, es más allá tras la oscuridad y el vacío lejano entre las galaxias; me decía, así como contengo más bacterias en mis tripas que estrellas en las galaxias, todo esto funciona si se alterna.

Soy hija de la luz y eres parte de mí, somos ancestro muisca, recuerdo a whitman, que escribió aquella idea, cada uno de mis átomos son tuyos también, para que seamos ese ardor, porque debemos comportarnos como seres de luz y crecer con la capacidad de andar entre las sombras y descifrar la vida en lo oscuro y más allá de lo oscuro.
Me decía que alguna vez el sol se encegueció entre el poco a poco, perdido entre cenizas de volcanes cuando al todo lo cubrían nubes negras. Decía que aquello no era como en los sermones amenazantes de Monseñor Estrada; porque él, solo tenía su temor de las bombas atómicas que también eran el miedo. Porque entonces, en aquellos tiempos muiscas suyos, solo estaban, Umza la oscuridad, quien soltó sobre la tierra la niebla espesa y fría que destruyó a la poca luz, y Za la noche, se había cubierto con todas las cosas en la sombra. En ese antes todo era un Itugue, o sea, la cosa más vacía.
Bague era como una Madre abuela primigenia que contenía la vida oculta aún sin manifestarse, dice en sus “Relatos de la antigua Bacatá” José Rozo Gauta; mientras lo leía, sentía las voces de Carmen Vera mi abuela, era aquella mañana cuando preparó una bolita con resina aceitosa de flores de amapola para untármela en la muela que me dolía; sin embargo, no me dolía cuando me decía que sintiera el embrión de la vida en mi imaginación mientras en mi muela ardían miles de semillas.
Me recordó leyendas de cuando los primeros sol y luna alumbraban por turnos a la tierra, la oscuridad se reveló porque no soportaba el brillo de la luz que daría existencia al mundo. Así llegó aquella niebla espesa tras cenizas de volcanes, la había soltado la oscuridad también celosa. Aquellas fuerzas negras eran las dueñas del mundo.

https://circulosolar.wordpress.com/2011/11/08/los-muiscas/
La madre abuela Bague del pensamiento y la fuerza, a quien sentí como a la propia Carmen mía, convocó a los demiurgos, sus artistas creadores, quienes iban a generar el mundo guiados desde la imaginación de ella, entre ellos Chiminigagua, creador de la fuerza más suprema.
Chiminigagua impulsó al sol para que siguiera por su ronda en su eje sideral, guiado por aquella fuerza suya, alternarían Sue el sol en el día y Chía la luna con la noche.
Aquellos artífices a quienes guiaba Bague, trajeron la idea del guacamayo y lo crearon, le enseñaron el habla que pronunció el mensaje que llega al sol con las súplicas de los muiscas cuando se detiene y hay sequías. Los colores del guacamayo relucen en el arco iris. En los tiempos enseñaron a los muiscas a cuidar aquellas aves multicolores que solo serían sacrificadas con las invocaciones al sol para que deje pasar la lluvia.

Los días de mi abuela eran tiempos de violencia en las calles de Marsella y en caminos de Colombia, destellaba un brillo de ambiciones que enceguecía y se descorrían los caminos donde andaban los asesinos hacia la oscuridad, la abuela hablaba con su guacamaya parlanchina para que le iluminara sus meditaciones que ayudaran a componer la alteridad entre la luz y la oscuridad, cuando aquellas fuerzas de la derecha y de la izquierda que no se pueden ver, se matan con ceguera y entre la gente prevalecen nubes negras. Aquellas nubes negras salen del aliento en las palabras odiosas y mentirosas de la gente mientras los colores de las guacamayas terminan como plumas que negocian los traficantes de animales.
Hallan dos guacamayas mutiladas y muertas en Medellín.

Una respuesta a “Entre luz y oscuridad en tiempos de guerra”
Bellos mitos originarios que encierran la sabiduría del pensamiento simbólico de las gentes sencillas que no saben de las grandes estrategias de los analistas políticos.
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