Mitad del Siglo XX
Entre el despertar y el letargo

FRIDA
Despertaba la modernidad en México. Eran días de intimidad y conexiones con la revolución, su cultura en la identidad del cine, pintura, canciones, literatura; y entre ello, Frida Kalo con su autenticidad. Con su traje tehuano de india y doncella, desplegó su talento como mujer honesta, auténtica, autónoma, amorosa y sufriente.

Su obra alterna entre la esperanza y la desesperación, su cuerpo reflejaba su apertura y su ruptura hacia un tiempo distinto. Femenina y feminista, grandiosa en el dolor, su estampa y su vestido eran una terapia. Será siempre su marca. Leal sin ser fiel ni esclava, bella en sus defectos, más grande aún con su muerte.
Supo pintar inspirada en si misma. Su amor con Diego Rivera los unió como artistas y militantes comunistas.
Tiempo de letargo
En los mismos días recuerdo el entierro más concurrido que hubiésemos presenciado en Marsella, Caldas. La multitud a los lados de la calle, al centro un desfile pocas veces visto, sobre esa muchedumbre uniformada de negro y camisas blancas, avanzaban dos ataúdes en lenta flotación sobre mantos y cabezas sin sombrero, los féretros arreaban a la multitud al compás de un sonido de réquiem de campanas. Compartían un destino de creencias totalmente opuestas a las de Frida, eran fe ciega y violencia ineluctable.
Asesinaron a Chuchi Sierra y en el pueblo era como si hubiesen matado al diablo. Chuchi era el gran varón, hermoso y sereno, había obrado siempre como el gran bandido que defendía el estatus conservador. Los bandidos liberales también hacían violencia. En muchos lugares se les recuerda más su pinta y sus milagros que sus crímenes.

Colombia parpadeaba un despertar a la modernidad, aunque los poderes y organizaciones con gamonales, políticos de oratoria populista y oradores sagrados, las fuerzas armadas y ciertos espacios universitarios, cerraban paso a la integración de las subculturas: ni indios, ni negros, ni campesinos. Pero ellos despertaban con su fuego.
Se cantaba con boleros, tangos y despechos cantineros, surgía un rock tímido y canciones de protesta, mientras en los clubes se bailaba con las grandes orquestas, surgía el gaminismo de los niños marginados en las calles y el bandolerismo ideológico de izquierda que representaba a los desposeídos de la tierra y los desterrados por la violencia política.
Años sesenta
El despertar caleño en la locura de Jovita
Con una maletada de ansiedades, migramos a los tiempos que maduran en las calles de “Cali capital del cielo”, así la cantan sus canciones. Buscamos un lugar que nos modificara, aprendimos con los pasos de la salsa a moldearnos entre espacios de inseguridad, desigualdad y bajo crecimiento de la economía. Todo eso requería poseernos de otra cultura capaz de hacer cosas distintas.
Volví a ver rostros humedecidos hacia otras caras al presenciar la muchedumbre que desfilaba el miércoles 15 de Julio de 1970, ya no era como antes, aquí una sensación distinta y animada movía a la caleñidad que, perturbada y con dolor, despedía a su reina. Su sepelio fue el mas sentido y concurrido de la capital del cielo.
Aquella mañana sentí un alivio que me desamarró el miedo, saludábamos una tristeza y queríamos bailarla con la gran gallada caleña desde la catedral por las diez cuadras de la Primera hasta el cementerio central. Despedíamos a Jovita.
Jovita Feijóo, reina grandiosa; la reina de las reinas, escogida y coronada por la contracultura emergente de estudiantes rebeldes. Los muchachos de la Facultad de mecánica de la Universidad del Valle la nombraron reina de la alegría, la juventud la aclamó como la reina de los estudiantes.

Ella como gran personaje de la cultura popular caleña, siempre loca y cuerda, sabía moverse y distinguirse. Fue una mujer de la calle, carismática, bien vestida, perturbada de utopías y entendida en sueños irrealizables.
Fue su reina a pesar de ser más de treinta años mayor a ellos, una mujer cívica y consciente por la vida caleña, acompañó a sus muchachos en la protesta. Le cantó la tabla al gobernador y al alcalde cuando era necesario, les pidió alivio para los perros abandonados, las zonas verdes desprotegidas y las calles con basuras acumuladas. Los buscó en los clubes o en una recepción frente al presidente de la nación.
Parecía estrafalaria por obrar muy normal. En Cali le aprendimos porque a todos saludaba sin importarle su linaje, su indiamenta y su negrura. Soberana de la Calle, animosa en el estadio y figura central en las marchas estudiantiles.

Quería ser artista. Lo narra Javier Tafur, escritor caleño que le escribió su “Biografía de las ilusiones”, Jovita se presentó a don Hernando Bueno, dueño de una emisora “La Higueronia” a concursar como cantante, tenía 15 años y cantó «La Capirana». Jamás fue cantante y se hizo la más popular.
El día de su funeral la bailamos, la acompañamos, porque jamás en Cali podemos soportar la carencia de espacios incluyentes donde quepa un vecino que no baile y lo invitamos, amamos la vida afrodescendiente con sus bellos peinados, se canta y baila todo, la vida y la muerte. Bailamos salsa revuelta entre ricos o pobres.

La Caleñidad es amante de la naturaleza, la vida con esculturas simbólicas como el gato de Tejadita y la estatua de Jovita, o Piper Pimienta en barrio Obrero.
Jovita Feijóo, aquella para quien el 15 de enero de 2007 Diego Pombo empezó a amasar una figura en la arcilla que daría vida a su escultura pintoresca en acrílico, está en la quince con quinta. Parque Santa Librada.

Esta obra significó para Pombo volver a su infancia y forjar ese afecto fortísimo que ahora desde el Parque de los estudiantes nos enlaza a ella. Y él mismo dice: “Esta estructura es un homenaje al cuerpo de la mujer caleña. Tiene muy buenas nalgas… a mí me encantan las nalgas de las mujeres y yo disfruté mucho moldeándoselas. En cambio, es de pechos breves. Y le exalté rasgos particulares, como su nariz grande, y le puse la mirada un poco más intensa, como para que no se olviden de que sí estaba loca”. Era esa locura que nos arrebata a bailar y ver con simpatía a la Loca Marlene cuando tira besos a los adolescentes en la Plaza de Caycedo.
2 respuestas a “Entre Frida y Jovita”
Me gustó mucho ese tour por la muerte de dos mujeres tan distantes y diferentes, pero que muestra un poco de quienes somos.
La fábrica ha sido apalancada por un hombre tan cercano a los corazones de todos los caleños igual que otros negocios que nacen también del desarraigo y el exilio de su lugar de origen.
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Gracias Tatiana por lo que pueda tocarme.
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