
En este libro hay un pasaje: En su lengua se llamaba Aladino, según decía Marco Polo , era “El viejo de la montaña”, diferente al cuento de la lámpara; así como ha existido un Carranza colombiano, diferente al Venustiano Carranza revolucionario de México y a Eduardo Carranza el poeta.
El viejo de la montaña y sus asesinos
Escuchó Marco Polo: un Muleet que significa herético según la ley de Sarain, había ordenado convertir en lo más bello, un jardín como jamás se había visto en un valle entre dos montañas. Allí habría los mejores frutos de la tierra, un parque con mansiones y palacios. Un edén con una fuente al centro y un caño donde pasara vino, en otro leche y otro de miel.
El Viejo de la montaña convenció a sus súbditos que aquello era El Paraíso, porque Mahoma había escrito a los Sarracenos que quienes van al cielo, tendrán cuantas mujeres hermosas apetezcan. La construcción de ese jardín se hizo como aquel paraíso de Mahoma, con fuentes de vino, leche y miel. Los Sarracenos así mismo creyeron en el viejo.

Aladino atrajo hacia su corte a doce jóvenes que habrían de convertirse en asesinos. A su entrada inexpugnable nada entraba; a ellos tras un brebaje, los llevaron adormilados. Ya despiertos en su recinto, les convenció que estaban en el cielo, con damas y damiselas y tenían cuanto deseaban en compañía de El viejo de la montaña, quien era su profeta.
Allí los adiestraron sobre el uso de las armas, convencidos que así eran los valientes del paraíso; cuando el viejo requería un emisario, le daba su brebaje y despierto en el palacio le indicaba su misión. Aunque teman de morir le cumplen, están en el paraíso e irán después al propio cielo donde serán señores. Al regreso a su corte, alguno es ejecutado por emisarios para guardar secretos, el viejo festeja su gran hazaña y conoce por testigos quien ha sido el más arrojado.
Os dejaré en este punto el libro Marco Polo, sin referirme al año 1562 del nacimiento de cristo, cuando Alan, el señor de los tártaros, le puso su final al Aladino, El viejo de la Montaña.
Espejos en la montaña

En el paraíso de las esmeraldas
Muiscas y otros indígenas americanos han creído que el mundo son tres estados: un supramundo arriba, el inframundo abajo y el mundo del medio donde están los humanos.
En una parte de este mundo estaba lo que Cristina Ulloa me definía como “El Valle de las viudas”, un poblado cercano a dos montañas Fura y Tena, patrimonio cultural en una zona donde están las más ricas fuentes de esmeraldas, los indígenas muzos habrían librado feroces batallas con los conquistadores españoles para no revelarles aquellos yacimientos. Las más valiosa gemas de allí ha sido la esmeralda Emilia.

Otanche es parte de un paraíso perdido donde existen Fura y Tena, par de montículos en honor a su leyenda. Por allí el dios Are, al haber creado el mundo percibió que faltaba algo, vio unos juncos y de uno formó la creatura más bella a quien llamó Fura – mujer. Intentó repetirla con un junco mayor del que salió Tena – hombre. Al toser sobre ambas figuras les dio vida y os dejo a investigar o la intuición lo siguiente de este pasaje.
En poblados de aquel paraíso esmeraldero, donde las mujeres han llevado la peor parte. Muchos hombres eran educados para una guerra en que atacaba y se defendía el Señor de las esmeraldas, “donde pasa el Zar brota una gema” decían sus compañeros.
En Otanche existía un internado para los niños huérfanos, El señor del paraíso de las esmeraldas los visitaba cada semana y obraba como padre y protector. Los jóvenes crecían, les entrenaba sobre las armas, tras él aprendieron a obrar en los grupos armados en las guerras del Zar de las esmeraldas. Cuando triunfaban eran amos y jefes en el supramundo de los esmeralderos y si morían serían parte de un inframundo donde Are les guardaría energía en un lugar donde nacerían más esmeraldas.
El Zar generó la bolsa mundial de las esmeraldas y fue ´poseedor de Fura y Tena, las dos esmeraldas más valiosas del mundo.
Os dejo más de esta historia en:
https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_Carranza
Ya no hay guerra, pero persiste la pobreza, la falta de oportunidades y la ausencia del Estado. Son casos las guaqueras, las viudas de la guerra verde y las trabajadoras que por primera vez entraron a competir en un negocio dominado por los hombres.