
Lizardo Carvajal
¿Qué ocurriría si hoy, al amanecer de un día cualquiera, llegase a nuestras manos una dorada mariposa de hace 4.000 años? ¿Qué pensaríamos? ¿Cómo actuaríamos? ¿Con qué cuidado la trataríamos?
Seguramente vendría a nosotros, presurosa, la sorpresa; como revoloteando, llegarían la admiración, la duda, el interrogante y saltarían cual chispa brillante acicalando nuestra vida.
La tomaríamos con sumo cuidado, buscando no maltratarla; con amor la limpiaríamos y le quitaríamos la escarcha de los años y los restos de sus naufragios y caídas; le daríamos brillo para que el sol de los tiempos reviviera en ella. Nos sentiríamos orgullosos de tenerla y la mostraríamos compartiéndola, sin que dejase de ser nuestra.
¡Cuánta sorpresa, admiración y duda!
¡Cuánto cuidado, amor y brillo!
¡Cuánto orgullo suscitaría en nosotros una dorada mariposa de hace 4.000 años!

¿Qué es una letra? Una letra es una dorada mariposa de hace más de 4.000 años o también un platinado pez de remotos oleajes.
Una letra es una mariposa viajera de hace más de 4.000 años. En ese largo viaje, se desprendió, poco a poco, del jeroglífico y de la imagen y se volvió signo o señal.
Este lindo y doloroso viaje de desprendimiento, estudiado por sabios, como el francés Champolion con su piedra de Rosseta y el alemán Grotefend que desempolvó las escrituras cuneiformes, nos permite decir que las imágenes, evolucionando en el transcurso de los años, se convirtieron en letras.
Una letra es un regalo milenario de todos los hombres de la Tierra a los habitantes de hoy. Una letra es una caja de música con sonido en clave que viene del pasado y del cual no conocemos su destino eterno.
Las letras no vienen solas. Vienen acompañadas de su familia: el abecedario. El ABC que juega con el niño y enamora al adulto indiferente.
Las letras del ABC son viajeras milenarias. Vienen de tiempos remotos. Primero, en su largo viaje, se desprendieron de su tronco madre: el jeroglífico; poco a poco, dejaron de ser imagen y se volvieron signo. Maduraron en señal.

El viaje de las letras es paralelo, homólogo, recíproco al viaje de los hombres, a ese viaje arrasador y constructor, al mismo tiempo, de vida y culturas. De ese viaje, también, milenario de la guerra y de la paz.
*
Los egipcios, liberados de los hyksos, llevaron el alfabeto de estos por el Mediterráneo del Norte. Allí, las tribus semíticas (los fenicios y judíos) lo hicieron suyo.
Particularmente los fenicios, viajeros y comerciantes, junto con espadas, hachas, collares de valor, copas de vidrio y oro llevaban enredadas las letras que, disimuladas, se quedaban en el intercambio de pieles, tejidos y esclavos.

En su viaje, las letras llegaron a las colonias fenicias de Grecia. Claro, ya no eran las mismas. Su figura, de signo cercano a la imagen, se había tornado más esbelta y ya nadie identificaría en ellas a los toros, las serpientes o los pájaros.
En este país su itinerario las llevó a un descanso de más de dos mil años. Ese reposo no significó estatismo, por el contrario, siguieron cambiando como mujeres en edad reciente.
De Grecia, las letras reiniciaron su viaje a Italia. Reposadas y cambiadas, atravesaron Los Alpes, el norte de Europa y por las estepas llegaron a la Rusia invernal e inmensa.
Cambiaron de aspecto, sus cabezas se volvieron a izquierda y derecha. Se acostaron sobre sus espaldas y se enderezaron sobre sus pies.
Viajaron sobre los barcos de los fenicios y sobre las espaldas de los esclavos, en canastos redondos por el papyrus y en las alforjas de los monjes errantes.
Muchas perecieron, se ahogaron en el fondo de los tiempos, otras nuevas brindaron compañía y se integraron al pequeño ejército alfabeticence.

Y llegaron a nosotros como herencia de los «conquistadores torvos».
Ahora son nuestras, son los signos con los cuales podemos amar la vida. ¿Por qué entonces meterlas en el olvido? ¿En la indiferencia? ¿En el descuido y en la falta de admiración?
¡Qué injustos hemos sido con las letras que forman nuestro idioma!
¡Qué crueles y malsanos al no gozar la admiración, la sorpresa, el cuidado y el brillo de esas lindas mariposas doradas que por más de 4.000 años han viajado hasta nosotros para que nuestro pensamiento florezca!
*
He aquí algunas razones para que en el Día del idioma y todos los días nos fijemos, amemos y gocemos de esta herencia milenaria del viaje de los hombres: LAS LETRAS.

José Lizardo Carvajal Rodríguez (Timaná, Colombia, 9 de junio, 1948) es un escritor, académico y editor colombiano.1 Divulgador del método científico e impulsor de la clasificación contemporánea de la Ciencia, es un gran promotor de la lectura y la escritura y del movimiento solidario internacional.2
Gran impulsor del método científico, toda su obra y pedagogía están encaminadas a la divulgación e integración de las ciencias. Según los parámetros de la Epistemología, entrega a la comunidad académica y científica un mapa integral y contemporáneo de las ciencias, proponiendo la división del conocimiento en Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Ciencias del Conocimiento y Ciencias de la Información.
Su propuesta es la integración, mediante el método científico, de las Ciencias de la Lengua y las Ciencias de la Información. Partiendo de las nuevas tecnologías y con un conocimiento profundo del lenguaje y su desarrollo conceptual, ha fundamentado un programa de autoedición de textos e hipertextos y la práctica, de manera didáctica, de la técnica de lectura EFGHI