Lucía falda vaquera y rasgada por las garras de un gran felino, ese rasgo en tela rota, ¿sigiloso? me inspira erotismo hacia un lugar donde se derraman las pasiones y afianzan mis dudas. Es mi fe, mi resistencia y mi tormenta. Incertidumbre y certeza femenina, y el masculino mío, se afianza en los hechos tras los hechos. Ella toca mi piel y dudo de mí mismo.
Realidad que se opone a principios revelados tras creencias de la cultura mojigata de todos los tiempos. En mis calles de la infancia se pulían las semillas de chumbimbo en el rosario de la aurora, era el roce de los dedos con ritmo de oraciones y sin cuenta las avemarías. Ellas de falda larga oscura en la derecha de la calle, hombres izquierda.
Aquellas verdades citadas por poetas con fe de carbonero, las que rodaban por las calles con oraciones, se detenían en las esquinas donde los dudosos y fanáticos debatían: el Café El Ruiz en Apía, las tertulias de intelectuales en el Club Rialto de Pereira, en el bar El Pavo con cerveza que sabe a felicidad cercana, en la esquina cercana a la iglesia de El Lago y en El infierno, donde se toma buen café y se ven personas bellas que siempre han estado en crisis.
Antiguo Club Rialto – Plaza de Bolívar – Pereira
Verdades legendarias de los libros de piedra sagrada, traducidos, interpretados y reeditados durante siglos y siglos con veracidades acomodadas tras cruzadas y guerras. Ahora y siempre las razones que nos unían con aquellas certezas y verdades están en crisis.

Es posible vivir sin el plástico

En muchos lugares de los países norte y sur, en cada época, se reasumen creencias y veracidades con las evoluciones del pensamiento y la verdad que no es verdad, sea tras las leyes de la ciencia o la doctrina con crucifijo o libro sacro; siempre estarán opuestas a las dudas, siempre serán rebatidas y transformadas con el ropón de su lenguaje, ya sea matemático, científico o monotemático.
Verdades congeladas que se calientan, hierven, evaporan y viajan para regresar como la lluvia fraccionada en gotas que cuentan versiones nuevas y se reescriben porque toman versiones desde otros aires y regiones inestables, con versiones y realidades diferentes, aunque parezcan ser lo mismo de lo mismo.
Los hechos son objetivos y menos influyentes que los mensajes emotivos en política y creencias doctrinales. En el lenguaje político dicen que al pueblo hay que predicarle lo que quiere oír, si se le contradice se construye la derrota.
Por acá son verdades adobadas con palabras que sostienen los pilares del poder. Poder que se estremece o tambalea como se muevan las versiones de la verdad en sus puntales de apoyo o las fuerzas naturales de resistencia.
Los periodistas y medios de comunicación cuyo negocio se calienta y hierve con el calor de las contradicciones, activan la leña de todo eso. Lo adornan con palabras: -el país necesita saberlo y bla, bla, bla- lo que ellos necesitan es rodar versiones y contradicciones de verdades y mentira para que la publicidad mueva su negocio. Los más firmes tambalean, los violentan y arrinconan.
Verdades adobadas y ornadas con palabras y colores: azules, rojos, verdes, rosados y la gama necesaria, como el agua que se tiñe y se agita con las olas de las fuerzas, creencias y poderes que mueven el mundo. Una izquierda que denuncia y se arrodilla con pantalón devoto hacia otra doctrina y visión económica o social, que captura el poder para el juego del monopolio.

Vivimos en el mundo de Nietzsche: “No hay hechos, sino interpretaciones”
Fe y lealtad la verdad del perro y la del gato que nos doblegan con cariño, el uno con lealtades y el otro como un tirano que impone sutilmente sus caprichos; verdad que ladra o maula, que suena desde los cantos de los gallos y el trino, gorgojeo o trino reclamante de los pájaros, y se adorna con plumas de todos los estilos y variedades y se enconcha con caparazón de tortuga, sabe nadar con migración de peces y los millones de especies que evolucionan con la vida donde perecen y sobreviven ante las leyes de la selección natural o las ciencias que descubran más allá la entropía y dinámica.
Ante este asombro de la vida, recuerdo verdades con rituales y modas que son producto de la creación cultural y la comercialización del vestido para el rito. Me brilla un pasado con anillo de oro o metal de bisutería, relumbra con ideas subliminales de unión en pareja o matrimonio, que se luce en el anular, se sella ante el cura y el notario y se niega en los deseos sexuales que atraen hacia alguien del vecindario o el enredijo de las redes.
Y entre aquella verdades menudas, las verdades de la historia que registran los del lado del poder de quien la escribe, las amolda con las medidas de sus creencias; desde lo escrito, otros se confrontan con papeles, datos y documentos, esculcan las memorias que dejaron atrás los hechos reales porque la realidad se transmite, no tal como sucedió sino tal como se cuenta e interpreta tras la lectura y la negociación de sus significados, la enceguece el lenguaje de quien escribe con su artillería de palabras cortas. Verdad emparedada en casas y atrapada en objetos de museo, moldeada como patrimonio cultural, negada y transformada con pinceles y tendencias de arte y restauración, negada con historias y versiones de la contracultura que también resuena con otras balas y se canta con la música que deja de ser un patrimonio y se transforma en moda.
Ella decía que su mamá le dedicó esta canción y la lleva para afrontar las conversaciones con la duda y con la fe. «No se me olvida ni deja de causarme ternura y consuelo lo que pasó una noche de ese tiempo» leía Deliquios del amor divino, de Sor Josefa Castillo y Guevara, escrito de 1817, corrían sonidos de la guerra y dejó a lado su fatiga y el miedo para darme fe.
3 respuestas a “Verdades rondan la calle”
Magnífico todo. No conocía el video ni la canción. Maravillosa. ¡Bravo!
Me gustaMe gusta
Me entusiasma tu mensaje. Vamos por ahí
Me gustaMe gusta
Tu escritura es pura poesía en prosa. No digo nada original, pero me encanta. Gracias, llegan tus palabras derechas al corazón.
Me gustaMe gusta