A mi mundo rural latinoamericano y mestizo llegó lo moderno en un radio Philips, cuatro bandas de sintonía entre una carcasa de baquelita fenólica café, material descubierto en un incidente de laboratorio por Alexander Parkes en 1860, que evolucionó para hacer termoformados que dieron presencia al diseño de los radios caseros con un brillo propio, al calentarse con la irradianza de sus tubos de rayos catódicos.
De ese radio salían voces nuevas y otros idiomas, aún no caminaba cuando escuché la radionovela “El Derecho de Nacer” del escritor, músico compositor y poeta cubano Félix B. Caignet; se transmitió a primera vez en Cuba el 1 de abril de 1948, dos años más y en las casas de nuestros cafetales oímos a “Lejos del Nido” del escritor Juan José Botero, novela maniqueísta que mostraba a los indígenas malos y feos y a los blancos hijos de los dioses; luego nos llegó una raza distinta con “Kadir el Árabe”. Cada año traía una historia nueva. “Kalimán” surgió en la Radio Nacional de México para una aventura con los profanadores de tumbas. En la calle que va hacia Hoyo Frío en Marsella, Antonio el panadero de Miro Villada, prefería el humor de Montecristo y Los Tolimenses a la fantasiosa novelística, Pajarilla el cuñado del dueño del negocio le cambió la onda una tarde, la masa del pan quedó ahí, lo enfrentó a cuchillo limpio en el trabajo, estaba harto de Kalimán y el pequeño Solín.
Periódico y radio entraron a casa, nos hicimos lectores, oyentes y buenos conversadores. El domingo en la tarde era vacío cuando se iba la electricidad, no podíamos escuchar “La Hora del Regreso” en la voz de de Otto Greiffenstein, inolvidable locutor radial de música y entretenimiento, le seguimos su historia del jazz con la confluencia cultural de los negros en la cuenca del Mississippi, ese ritmo que transformaba sus vidas entre el sufrimiento y el agua. Tras la radio del domingo, habíamos leído ediciones de El Tiempo y El Espectador con su suplemento literario donde escribía Gabriel García Márquez sus cuentos del otro lado de la vida amarga.
1080
Conocí a don Fabio Giraldo en aquellos años, le aprendí el baño diario y a conversar la lectura, entendí la representación del cosmos en el Calendario Azteca e imágenes de la cultura Maya, sentí curiosidad por las relaciones entre la espiritualidad humana y los seres sobrenaturales distintos al dios castigador de los curas católicos, entendí las etnias originales de Centroamérica y los Andes, semejantes nuestros de culturas ancestrales, su diosa Chicomecóatl consagraba las mazorcas secas para que favorecieran la siembra del año siguiente; con esa imagen, advertí el nacimiento de las flores de mi abuela Carmen Vera, una Muisca auténtica, era una señal sagrada de un mundo viviente donde estaba obligado a reconocerme legítimo de América, el viento y la lluvia comenzaban a ser parte de mi relación con la energía del universo, los relámpagos y truenos de Marsella nos marcaban como parte de la vida familiar y los acontecimientos de la vida colectiva.
Marsella vista desde 1080 – Fotografía que pertenece a Emilio Rojas H, educador insigne e impulsor de la cultura y el civismo, tomada de Facebook, fotografías e historias de Marsella
En estos días un grupo de marselleses, quiere revivir y transformar como un gran mirador un paraje, el caminadero que llamamos Mil ochenta. Ansió estar de nuevo en esa ruta, en la tarde reencontrarme con el sol poniente en el mundo de mi origen con la vista hacia las alturas de los Nevados desde El Ruiz al Tolima, el cerro de Tatamá donde limita mi universo telúrico, de allá baja el viento de Apía que me conecta con espacios no conocidos más allá del firmamento, desde el suelo de Morro Azul anhelo elevarme a buscar los agujeros negros del universo por conocer, que me traguen y transformen en la nada y el todo.
2 respuestas a “Mi mundo comenzó en radio Philips”
Feliz navidad ! Abrazo y salud de Francia
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Felices días. Abrazo tierno
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