Marsella lenta

Marsella. Tierra buena
energía con luces y hojas.
Marsella. Gente buena.
Tormenta al mundo los traviesos
que parten de la tierra del señor.

Alguno, señor de su creencia,
los otros, el señor del dinero.
Cielo, rumor, la luz que enseña.
Señores de la tierra y de la calle.
Verdades la señora de la casa.

Nevado del Ruiz visto desde Marsella

Marsella, la tierra campesina,
situada en la orilla de los sueños
de luz, amor, agua y fe de trabajo,
sonrisas, amistad con flores y guaro,
más palabras si contigo las quisieras.

Brilló de oro, llegaron ingleses con piquetas,
su suelo los esquivó, se fueron sin el oro.
Era verde la riqueza de la tierra y les picaba,
el aroma del café no les vibraba y retornaron,
ansiedad que les molió sus doradas ilusiones.

Amores de montaña, olor frutal de abuela,
mujeres que llenaron de matas los balcones,
nos crearon con colores vegetales y fervores:
lluvia, huerta, flores, también sus corazones,
entre aromas y secretos con sabores,
que alivian las fatigas y las penas.

Las aves en Marsella te cantan con señales,
y tejen rutas de aire entre el Ruiz y Tatamá.
Pueblo de vida lenta, pensarás y crearás.
Respiras, transpiras, cantas lo suficiente.
Sonarán tus palabras entre ramas y el rio.
Sentirás goteo de ideas de ruido y silencio.

Marsella es tierra de gente buena.
El ojo brillante del cielo reluce en la casa,
en la noches las flores sopesan la luna,
los ecos modulan en la piel de las mujeres,
con silabas originales de historia del universo
mientras las últimas horas se retiran.

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