Satanás andaba por acá, siempre ha estado aquí, se acomoda en cualquier banca de la Universidad Santiago de Cali, en esos días se quejaba, angustiado, salía a los pasillos en busca de almas y el Padre Hurtado Galvis se las arrebataba y las ponía a bailar en el equipo de los diablos rojos, América de Cali.
El cura aprendió esas marrullas cuando fue seminarista en Bogotá y lo demostró como profesor de Rafael Escalona, Jaime Bateman, Gabriel García Márquez y otros; en el Liceo Celedón de Santa Marta, Rafael Escalona era alumno y después con García Marquez, el compositor vallenato aprendió a darle quiebres al español, retorcía las palabras y los versos; dice una leyenda, que emuló a Francisco el Hombre y tuvo un duelo con el diablo al que derrotó cuando le cantó el credo al revés.
Lizardo Carvajal, destacado editor de libros, invitó a Rafael Escalona a Cali para una conferencia. Sería una actividad cultural de la Universidad Santiago de Cali, el más insigne compositor vallenato haría una exposición sobre su obra, los juglares y el vallenato.
Lizardo recibió a Escalona en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, dicen que el diablo estuvo ahí y los observaba, se quería llevar al profe universitario pero Luz Amanda jamás lo soltó y hasta lo puso a orinar agua bendita para quitarle al diablo sus antojos.
Ese dia se bajaron en una calle donde Escalona veía lelo a las vendedoras de chontaduro, desde que olía el aire caleño lo atraían necesidades del gusto afrodisíaco, probó el champú, el arrechón del Pacífico y el masato.
Observó a una hermosa vendedora y dijo; Negra, sus frutos me estaban esperando. Véndame una bolsa de chontaduro. Y Lizardo: —Cómalo con sumo cuidado. Por acá se dice, “chontaduro maduro hijo seguro”.

Escalona encantado se comió ocho frutos, los masticaba uno a otro, hasta agotar los doce de la segunda bolsa que compró. No hablaba, masticaba y en ese momento sentía que lo llamaba el diablo desde los rincones de los burdeles.
Cuando hablaron del acto, Escalona dijo: —No quiero iniciar acto o entrevista sin la presencia, o sin haber hablado antes con el padre Alfonso Hurtado Galvis, fundador de esta Universidad y quien fue mi profesor en el Liceo Celedón de Santa Marta. De inmediato Lizardo contactó al sacerdote, este le dijo: —¿Ese vergajo está aquí? ¿Qué diabluras tendrá por aquí?
Había llegado con dos guitarristas y Julio Bovea, quien había dado a conocer composiciones de Escalona con su grupo Bovea y sus Vallenatos. Y el cura Hurtado le dijo: —No puedo acompañarte, o lo haría solo bajo una condición. No podrás continuar tan mujeriego, mirá el montón de mujeres que has preñado, ya tienes veinte hijos con mujeres distintas. —ocho mujeres no más le replicó Escalona—
—No jodás, ocho mujeres. Eso no te lo perdona Dios. Lo que le pido es que la lujuria salga cuanto antes de tu cuerpo, quiero ver en tus ojos con ese decoro glorioso con que miran los hinchas del américa, a mi mismo me atormenta esa inclinación libidinosa tuya y la calmo mirando el culo de las caleñas que tienen fama mundial. ¡Pero hasta ahí! Al disimulo porque me graban como al otro cura a quien las mujeres le armaron un escándalo, yo calmo mis ganas con oraciones y agua bendita.
Luego hablaron y recordaron, Escalona le tenía temor al Cura Hurtado en la época del colegio por una pilatuna. El cura dijo con sorna. —Te voy a acompañar y te voy a presentar con una condición. Que me compongás un vallenato.

Escalona en el colegio Celedón de Santa Marta, cuando estudió bachillerato, se metía al salón donde el cura tenía su escritorio y le robaba la comida, venía desde Patillal y mantenía poco dinero. Cierto día le cogió un pan y al agarrarlo sintió que el cura movía el cerrojo de la puerta. Intentó esconderse en un rincón y ahí encontró un ratón, asustado, lo mató y se voló, del afán lo metió en el bolsillo del delantal que usaba el cura en la clase de química. Ese día, el cura se puso el delantal y durante la clase, al meter la mano en el bolsillo, descubrió la pilatuna. Escalona estaba lívido alelado. ¡Sospechó!… se arrimó a Escalona y le dio un coscorrón. Escalona y el cura siempre recordaron eso.
Después de la conferencia Escalona y el Cura Hurtado Galvis, se reunieron con sus amigos caleños. El Cura volvió a increparlo, le dijo que se arrepintiera y él decía que no volvería a enamorar mujeres si el Cura Hurtado le perdonaba todo en nombre de Dios. Y el cura. —Solo te perdono si me componés un vallenato. Escalona dijo sí. Y hubo ceremonia ahí. —Yo te absuelvo en nombre de Dios y bla. Bla. bla.
Escalona pidió vino y ron, se encerró y no salió en toda la noche. En la mañana llamó a los tipleros de Bovea y sus vallenatos y les dio la melodía. Había compuesto “El ratón del cura”.
3 respuestas a “Escalona y el ratón del cura”
Los diablos andan por fuera y por dentro, somos nosotros mismos, y lo mejor, cuando combinamos nuestro diablo con las diablas, por eso inventaron el freno del pecado. El bailado cercano y tierno, los movimientos de cadera, que más redención queremos. El ritmo de la vida enreda a los diablos. Gracias.
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Gustavo Guzman Cuellar. No encontré la canción : “El ratón del Cura” Muy buena la anécdota.
Guillermo. Mirá que no la pude compartir por eso. Pero la busqué en otros días y estaba por ahí, solo el sonido sin video. Es una un poco monótona y Lizardo alguna vez me la compartió.
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Estupendo relato. Me encanta lo de espantar a diablo cantando el credo al revés. A componer vallenatos y a “pecar”,
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