
Mi espíritu sustentado con cenizas volcánicas
salió del Ruiz, flotó en el aire, bajó suave.
Desde encima del tejado de mi casa
penetró por hendijas a buscarme,
a darme su substancia universal,
depositándola en el vientre de mi madre.

Mi ceniza encendida desde palabras viejas
descubre el alma entre las habitaciones,
lavada con la lluvia de pesares es abono,
es lejía que me limpia y es mi fuerza.

Ceniza flotadora sobre pompas de jabón
allí se sostiene resbalosa y tiene brillo;
y si se ejerce fuerza en ella,
evita romperse, se transforma.
Cuando un niño la eleva,
es ceniza en su estado original,
busca el azul del cielo, la luz que le de brillo.

Mi ceniza es hermana del viento del nevado,
brotó disparada con ráfaga y temblores,
en busca de rayos y tormentas,
fraguada entre calores del magma de la tierra,
allá regresará errante tras el viento,
y no será al morirme porque no muere el agua,
es eterna con lava de volcanes en la piedra,
que se transformará en mil tiempos,
en edades distintas que no cuentan los relojes.

Mi ceniza es la luz, me hace soñar con ella,
desde la refulgencia del centro de la tierra,
eludió la oscuridad, salió a brillar encima de las hojas,
a dar el sustento de la vida, errante con canciones,
con vientos y tormenta, en la humedad engendra amor,
la arquitectura viva que me edifica y fragua mi cemento.
3 respuestas a “Alma de ceniza”
Qué bellos estos versos, a pesar de lo que emtraña vivir en zona volcánica.
Un abrazo 🙋🏼♀️
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Soy hijo de la montaña y uno se familiariza en este ambiente de alturas, terremotos, erupciones y la belleza verde de nuestra tierra cafetera.
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Què bien !!! Gracias. Isabella
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