Lunes- Febrero 9 del año 1964.
Alirio cerró el último año de estudio, el pueblo no ofrecía más, billares, vagancia y jornalear en cafetéales de tiempos de crisis. Indio inteligente y mayor de su familia en Marsella. Paisanos con piel más blanca le apodaron Buche Mema, habitaron esa esquina de La Rioja.
Dejado por su novia, aún escribía cartas de amor ebrio de aguardiente en la cantina de “Centavo Menos”. No es grato para un meme indio amar a la reina del colegio, hija del panadero mayor, blanco y esposo de una presumida en la calle principal que quiere para ella un hacendado.
Cansado de jornalero recolector de café, imagina una calle nueva, le resuena el conjuro de sus noches con música de emisoras de Manizales y decide marcharse allá.

Martes 10.
El muchacho habla con Caifás, el parroquiano era una mano de luz y construía escaleras del infierno al cielo, siempre de corbata, vestido a rayas en paño del que llamaban pelo de burro, amigo del jefe político regional. Le llena un formato para al senador porque existe un trabajo en la Gobernación de Caldas.

Miércoles 11.
Caifás con aliento a canela y tufo de rones. Viajan a Pereira, el senador solicita al gobernador un puesto para un prometedor joven de Marsella, que ya tiene cuatro de bachillerato y esto lo capacita como ayudante en la oficina de rentas. El tiempo se desliza a su favor.
Miércoles 12. Octavio Castaño, maneja sus manos con flores de braille de un olor remoto y frio, es el telegrafista de Marsella y descifra un mensaje. La secretaría de hacienda pública de Caldas notifica el nombramiento del joven Alirio como secretario auxiliar de la Oficina del Estanco de Rentas de Caldas en el municipio de La Dorada. Caifás recibe el mensaje y se ofrece a acompañarlo para sus vueltas de posesión del cargo.
El día oscurece al otro lado del espejo y hacia este un joven se revuelca en ansiedades, cambio de vida y dejará a su amada.

Jueves 13.
Nunca había visto las barandas del puente en el rio San Francisco, el carriol se detiene y orinan sobre el otro orín, tortas con chocolate en la parada de Chinchiná, orinan de nuevo al lado de un limonero y levantan un humo con ceniza del nevado del Ruiz, se sacuden el polvo del viaje y continúan.
En Manizales, Caifás lo presenta con el telegrama de nombramiento, recibe copia de la resolución y le hacen los exámenes médicos de rigor. El hombre lo orienta: —agite esas manos de esquimal, pele la vena mijo, extienda la izquierda a la enfermera para que le expida el certificado de sanidad. No se frunza que eso no duele y usté es un macho—, y otro paso. —Joven, a Usted ya lo han pringado con alguna venérea las muchachas de la cantina de Trina, ¿allá donde Usted se amaña tanto?… —No Don Benjamín—
—Entonces sacúdalo y orine en este frasquito para que le certifiquen su buen estado. -Y, ¿en su casa hay tuberculosos? …- -¿Qué no? Pues mejor, se me calma el desasosiego y me alivia de preocupaciones porque de eso murió su tío Zacarías. Entonces debemos arrimar al Hospital Universitario las dos de la tarde para la radiografía de sus pulmones— Vuelta y más diligencias hasta el anochecer. Chorrea musgo en los muros fríos de Manizales.

Viernes 14.
El joven Alirio madruga y quiere hablar en lengua de pájaros, comparte un café con don Benjamín Cano, el Caifás, al lado de una mesa de billar en el Café de Uldarico Peláez. Taque – taque, madrugaron billaristas. El zapatero don Blas lleva quince carambolas a Omar Vélez, conductor de la volqueta del municipio, hablan esa lengua de picotedores, tas y tas, le borra de una tacada y le hace gestos de emplumado, los vagos del madrugón gritan su entusiasmo y comparten su primera copa de aguardiente amarillo de Manzanares.
Don Benjamín. —vea mijo, no mire a esos pajarracos. Por ayudarlo a colocar me debe 150 pesos, por el día y la asesoría en las vueltas del cargo son otros 30 pesos, como usted está muy mal de plata mijo, le voy a prestar otros 60 pesos. Eso ya lo hablé con su mamá. Total, Usted sabe cuánto me debe. Cada mes en el día del pago nos vemos en Manizales me abona a esa plata en cuatro cuotas. Taque, taque, toque, caramboleada y gritos.
¿Usted sabe cuánto se va a ganar?… ¿Que no?… Ya no te atrapará la pobreza si te manejas bien, pues el pago es de seiscientos veinte pesos al mes y le pagan cada quince días. Usted se gastará en comida y alojamiento ciento cincuenta pesos, me paga, le ayuda a su mamá para el mercado de su familia y le queda para que compre ropa. Y lea, estudie, ayúdese, no tome tanto trago, no ande con esas putas de allá que son hijas de antros de mala muerte. Hable con el Padre Betancur, es un gran liberal de Riosucio, dígale que yo lo recomiendo, o mejor yo le mando un telegrama y lo anuncio.
Tres días más. Cierra la puerta. El joven Alirio viaja a Manizales para madrugarse a La Dorada en el primer bus de escalera, saldrá a las cuatro de la mañana en un viaje de catorce horas. Aspira a posesionarse en el cargo en el mismo día para comenzar bien la segunda quincena de febrero y la primera de su sueldo. La madre: —Irá y vendrá por lejanías, algún día estará acá de nuevo—.

Días y meses y años.
Deudas saldadas. Con su ayuda, la familia de Alirio se traslada a Manizales para oportunidades educativas y de trabajo a sus cinco hermanas. Lo han nombrado jefe de Oficina de Rentas municipio de Pensilvania, responsable de la venta y recaudo del impuesto de rentas por aguardiente, licores y tabaco, pagador de los maestros, inspectores de policía y empleados del departamento acantonados allá. Sin espíritu ebrio, con baladas y tangos hace vida social en el bar de la equina y se lee Los Tres Mosqueteros.

Seis años más.
Es domingo de ramos en Marsella, un hombre cachaco y con gafas oscuras con pinta de forastero devoto, compra una rama de palma de cera para agitarla al paso de la imagen de Jesucristo en la procesión, está alojado en el Hotel Hispano, cuyo dueño es un veterano de la guerra con el Perú, a quien apodan Ministro. Sacude su ropa de paño y en la calle le pregunta al policía Duque, personaje de familia reconocida, uno de esos guardias viejos y con años de pueblo en pueblo. Cerca a jubilarse.
—Señor Agente. Por favor oriénteme, Usted sabe por dónde queda la salida para Chinchiná.
—Cómo asi señor. Lo mira con cierta sorna, ¿Usted no la sabe?… Yo creería que sí.
Eso queda por allá en la última esquina de calle de La Rioja, allá donde vivía “Buche Mema” el otro día.

3 respuestas a “El Forastero de Marsella”
Muy Interesante lectura
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Gracias por estar conmigo en estas aventuras tras los textos.
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Guillermo, tus textos saben a nostalgias y a eterno retorno. Pareciera que por esas tus tierras la vida y el tiempo evolucionasen en espirales. Capaz que un día me vengo a estudiar esos fenómenos de ustedes y te llego bajando por una de ellas en la canasta de un globo como Phileas Fogg, para no emitir CO2 y que no me requinte la monjita Greta Thunberg.
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