Las paredes escuchan la intimidad, gravan tradiciones en regiones de mi experiencia vital, a veces las mueve el viento como aguja de victrola, en las voces confluyen migraciones europeas, africanas, raíces indígenas, modeladas entre creencias y tradición judeocristiana. Intento percibirlas diferente a como he sentido y me develan asuntos sombríos.

En el comportamiento humano vivimos prácticas que serían inadmisibles con los valores y la cultura actual; sin embargo, en la vida normal persisten conductas enraizadas en costumbres que incuban discriminaciones, injusticias, venganzas, violencia y corrupción. He caminado las calles de noche con oídos que descubran sus sonidos.
Nuestra relación con los animales desnuda la conducta humana.
Don Gerardo veía pasar a Manuela y afirmó con labia socarrona, – ¡más puta que las gallinas!… En la intimidad del silencio en la Calle de La Rioja en Marsella, las paredes susurraban aquella afirmación sobre mujeres más putas que las gallinas, desde mis días en la niñez me llamaban, entendí la primera vez que escuché eso y quedé sin explicaciones, ayer Melania Belmonte, me recordó este asunto que dice escribirlo para una minoría.
El hombre que nombraba a las mujeres como gallinas se creía un gallo y las violaba. Era un gallo violador. Melania —Por qué eso, ¿eran putas las gallinas?… Y me miraba. —Quizá esa extrañeza venía motivada por el hecho de que mis abuelos tenían gallinas y, de pequeña, el gallinero era uno de mis lugares favoritos. De hecho, había un par de gallinas a las que consideraba amigas personales, cuando me veían se acercaban corriendo, comían de mi mano y se dejaban acariciar pacientemente.

Recordé a Tigo, la gallina de mi casa que nos respondía con su lenguaje corporal, gestos y signos que la abuela nos enseñaba a comprender.
Tigo entendía las conversaciones, jamás la quisimos matar para el sancocho porque era la mimada de la casa, hasta cuando el profesor Gerardo invitó a seis alumnos a un paseo y les decía, no lleven fiambre que el desafío es aprender rebuscarnos sin tener que llevar nada. Ellos se robaron nuestra gallina, la despescuezaron y se almorzaron los mejores sentimientos que unían nuestra familia con la naturaleza, solo para dar lecciones que es lícito robar sin pensar más allá.
https://belmontearte.wordpress.com/2018/07/05/mas-puta-que-las-gallinas/ Melania Belmonte es productora asociada de cine y cofundadora de Cineart
El señor Arturo Calle lo crio su abuela y comenzó a pensar como empresario con sus catorce gallinas y un gallo, vendía los huevos y ahorraba, acumuló su capital semilla para iniciar su taller como sastre del pueblo, es un gran empresario con muchos almacenes.
En los consejos de su palabra entendí a sus gallinas como un negocio que las mujeres emplean para enseñarnos a no pensar como si fuéramos pobres. De grano en grano y de huevo en huevo….
¿Acaso algún día estas aves merecerán la paz?
Los humanos las criamos para sacrificarlas con su temblor irrepetible que solo reconocen los vientos y quienes saben descifrar el miedo.
Recuerdo aquel poema de Alejandro Velásquez León, maestro y poeta de Santa Rosa de Cabal “Los pájaros a través de las ventanas, nunca se detienen a contemplar al hombre que los mira”