Mayita es Mayita

Portada de «Habana Sensual»

Mirá como nacían los boleros. Episodio de la novela «Ritmo, aroma y tiempo de Palacín»

Pregunté a Hilario Quincozo por Mayita. Su acento soy incapaz de transcribirlo: —Yo iba mucho al bar “Dos Hermanos” porque el bar era el rincón del bolero y el bolero era otra cosa—, aspiró su tabaco y pensó. —Allí conocí a Mayita, bella y rubia con su collar de perlas de agua, pero no le diré su nombre ahora. La llamamos así, con ese nombre la amamos todos. “Mayita es Mayita”. Así para aquellos que la quisimos y la amamos.

Era la reina cuando bailó en Tropicana y tuvo un percance por el que no pudo seguir allí, pasó a otro lado y se quedó como la reina en los bares, ahí y en Miramar. Yo le inventé coreografías con el señor Palacín y ambos la seguíamos a otro y otro bar. Yo pasé a cantar en los prostíbulos. Unos días iba tras ella porque me traía suerte, donde ella estaba yo encontraba clientes que me pagaban para que les cantara mis números, mis números eran boleros—. Me nombró una lista de boleros e historias desde 1792 y su resurgimiento en 1902 y la época de Benny Moré, porque estas historias gustaban mucho a mi abuelo.

Le pedí continuar. —En esos lugares la magia de Mayita atraía al tipo triste por una mujer. Ella le hablaba y lo consolaba con las palabras que él necesitaba y quería oír.

Palacín le había enseñado que la tristeza se cura con palabras. Con esa idea pensaba, ponía en su boca las frases necesarias y yo desde ellas cantaba un número. El número era un bolero.

O me encontraba con una mujer de aquella vida que vivía triste por el maltrato de un hombre, entonces yo les cantaba los boleros que le parecían, o inventaba y entreveraba entre mis números los versos que narraban lo que le pasaba, los que pusieran luz y sombra en su historia.

En los prostíbulos y en los bares surgieron muchas canciones de trovadores por encargo, como las que me solicitaban para una serenata para una novia o una enamorada; había un ambiente bárbaro para nosotros, los trovadores románticos. Era toda esa cosa de interioridades y penas que tú sabes de bares y prostíbulos, pero el riesgo era muy grande—. Observé el vestido de Quincozo cuando hizo una pausa para mojar la lengua con ron y acompañé ese culto de conversador con un tabaco, el humo salía de su boca y dibujaba la fluidez de su pensamiento; lucía bien su ropa blanca, camisa ligera de linón con cuello bordado, pañuelo rosa en el cuello, le gustaba el sombrero de yarey. Y lo animé a seguir porque por ahí estaba enredada mi historia.

Yo salía a buscarme los pesos sin saber si iba a volver con ellos, pero Mayita siempre fue mi seguridad, ella me los guardaba. A veces el cliente no tenía y me pagaba con el trago final de la noche o con los cigarros para mí y para Mayita—.

—Pero, ¿Qué era lo que más cantabas? — Pensé y él adivinó el interrogante en mis ojos. —Ya lo dije, cantaba números a la gente triste; me buscaban, me contaban sus tragedias y a cada uno le componía su número, unas veces pagaban, casi siempre, pero a veces me encontraba con una mujer en tal estado que le cantaba sin cobrarle.

Bailarina triste – Oleo sobre tela – Monique Marie Ihry

Eso fue lo que me pasó con Mayita. La encontré una noche sola, estaba hundida en su tristeza y me punzó en el alma con sus ojos llorosos. Conoció a tu abuelo, al español Emilio Palacín y él la atrapó, estaba necesitada de un ungüento para sus piernas adoloridas, lo admiró y se prendó de sus ojos azules de y todo lo de él, igual y más aún, cuando él me acompañó con un canto, “Cómo fue” de Benny.  

Fue una enamorada de ojo desde el primer momento y él también se enredó con su encanto, lo agarró con sus pasos de bailarina y el coqueteo de sus caderas; sin embargo, después de un romance intenso de cien días, Palacín le reveló su aburrimiento en Cuba, le dijo que aún no había sido capaz de inventarse el bálsamo para sus pesares íntimos, él andaba apocado, quizás se sentía preocupado o perseguido, sentía vacío de amor que dejó atrás. Dejó de visitarla durante una semana y Mayita estaba preocupada, solamente me sonreía a mí cuando le cantaba boleros… ¿pues puedes creerlo?.. 

El bolero surgió de influencias hispanas y afrocubabas. Canción de amor desgarrado de celos y desamor. Es la primera gran sintesis de la canción vocal cubana que nace de la trova de Santiago de Cuba. Guitarra y melodía, el acento sonoro-percusivo de cinquillo cubano se impone a las palabras del texto literario dentro del compás de 2/4. Alcanzó su popularidad hacia 1930

Yo era un solitario y aquella mujer me sacudió con tanta fuerza que le hubiera escrito veinte canciones como las mejores de Alfredo Rodríguez, pero yo solamente era un trovador que improvisaba boleros. Le compuse mi mejor número una tarde, estaba ahí, llorosa, me eludía, arrastraba sus tristezas por la ausencia de tu abuelo. Y comencé a pensar, le hice una creación que fue un bálsamo para los pesares íntimos de Mayita. Yo le saqué sus tristezas a la calle y se alegraba, le hablé de mi vida y ella me recordó su vida de bailadora, para ella el sentido de la existencia era bailar era vivir. 

Mayita me contó de su juventud, sus padres le daban dinero para ir al cine  y se les escapaba para las matinées bailables de los balnearios del Vedado y la Calle Primera, antes del ensanche del Malecón, costaba sesenta centavos la entrada a “Las Playitas” y “El Ensueño”, y ahí bailaba.  Y así con nuestras historias, ambos pusimos a asolear nuestro amor hasta el día de la llegada de la señora de la guadaña,  Ikú se me la llevó cuando se puso muy enferma y yo decidí recuperarme en la alegría de darle gracias a la vida por haber sido el compañero de ella—.

Todo eso me lo contó el viejo Hilario Quincozo.

Cuando yo vine a este mundo. Duo Yaneth y Quincoso, Villa Clara – Cuba

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