Erótico y al bordo de la bestia y el abismo, su cuerpo solo, Madroñedo sin un dolor de herida, había perdido una relación humana incitante y amorosa con Carmela y sentía los pies en el vacío. Ella era una amazona especialista en comportamiento animal, sabía de selección y cruzamiento entre equinos y su prestigio funcionaba en la ferias regionales y las universidades.

Él había sido caballista y diputado, ejercía con magnetismo su conducción de la caravana de las cosas que complacen a la gente, provocaba fascinación y proyectaba buenos augurios. La emanación de su figura tan atrayente hacía que sus relaciones funcionaran y le llevaran al centro del poder; en todo le iba bien, más aún con Susana la modelo que conoció en un burdel, a la justa medida de si mismo, era una estudiante a quien entusiasmo a vivir juiciosa y le ayudo a educarse en actuación dramática y ciencias de gobierno, ella fue constante hasta hacerse su consorte y ejercer como una dama con igual magnetismo en el espacio regional.

Gobernante electo de un lugar común; llamémoslo Caramanchú del Viento, ese nombre inventado por el humorista Fosforito. Susana con la blancura de su vestido y su porte, sabía el manejo de las fuerzas del populismo, determinaba la distribución de mercados y ayudas sociales, la inscripción para los subsidios, llamaba a dios en los espejos de su casa y decía que le contestaba, organizaba a los deportistas, promovía desfiles y festivales musicales; lo más atractivo, sus famosas parrandas con licor libre y artistas populares, muy atenta con las personas de la tercera edad y así magnetizó a los parroquianos de los pueblos.
Mientras tanto él hacía lo más difícil, gestionar ayudas desde el poder central y manejar el organismo regional con presupuesto flaco y oficiar de todo, era casi su celador oficial y jefe de policia que calmaba al paso esas hordas de hombres que la buscaban y hasta violentaban puertas para robar las cosas que iba a repartir. Buen conciliador, inspector de mercados, maestro de ceremonias y presuroso atendía esas protestas de agraviados por el mal estado de los caminos y los daños del invierno. Todo con los escrúpulos necesarios para estar en el centro de las miradas del ludibrio público y la crítica.
Cuando promovía a Susana, modelo y su consorte, para sucederle en el centro del poder, ella estaba disminuida por una enfermedad y cuando la magnitud del público le acompañó hasta el cementerio, mientras las mujeres llenaron jarrones de agapantos, arribaron las visitas de la fiscalía que descubrieron su corrupción y lo enredaron prisionero.
Había perdido su propio ego, pero eso no era lo que más dolía y no sufría tristeza o duelo por Susana, no la llamaba en los desvelos de su delirio; tenía algo mucho más grave, padecía los despechos del poder como un gladiador derrotado y con el talón de Aquiles vuelto añicos.

La erótica de su poder se le esfumó, pero esa ilusión de fuego, aún estaba bien localizada en Caramanchú del viento o en cualquier escenario para estudio de los especialistas en comportamiento humano, alguien decía, lo que enamora es una idea, una proyección, unas expectativas que alguien genera sobre otros, un mundo que atrae porque es también el lugar donde yo también puedo ser fuerte.
Si estoy con él, yo también soy poderosa, es la razón de ellas, donde él maneje plata, yo también puedo tener tajada, es la razón de ellos.
En el mundo cambiante donde las mujeres, mientras parten el pan y lavan su ropa, también se educan y generan su identidad independiente y libre, Carmela, amazona y profesional con magnetismo, comenzó a ser cada vez más visible, giraba en las calles y los barrios hasta ser raiz y luz, no como aquellas mujeres que los hombres semejan con las yeguas y el varón que quiere tenerla y someterla recurre a esa dominación de domadores viriles y elegantes que, en unión con ellas, generan un halito estético, emocional y subyugante.
Ella era la misma a las cuatro de la mañana y las once de la noche una voz que habló con libertad.
En Caramanchú del viento surgió otro político a quien decían El Cisne, aunque pareciera burdo, sabía moverse en ese escenario de pasiones y manejos populistas, un ídolo pagano a quien otros políticos le midieron en su espectro, le llenaban de prebendas y hasta le postularon para el poder central porque además de su labia fascinante aduladora, hacía su campaña a caballo y con una maña sutil se hacía fotografiar al lado de la amazona y contaba las palabras hasta hacerle pronunciar su nombre.

Su campaña de Amazona era dura para Carmela contra un princeso magalojapo, que sabían se financiaba con dineros oscuros y había destrozado familias, coaliciones históricas y proyectos sólidos. Ella sentía el peso de la manipulación de aquel duro de sombrero y hojalata, y, también como mujer de ahora, sentía la suerte de estar en una época cuando las generaciones nuevas de mujeres se sentían autosuficientes y lo ejercían.
Esa independencia le ayudó a leer ese escenario y emerger. Paso a paso le salían más aliados a Carmela, hablaba con sabiduría y un carácter que desnudaba los errores del pasado y proponía, reconocía y afrontaba las conductas de las fuerzas que mueven la política. Hablaba de la familia como célula social y las instituciones del estado y la sociedad como organismos facilitadores del progreso, oportunidades y mayor felicidad, opinó sobre la vida y sembró árboles, impusaba la conciencia ecológica y sus ejemplos subyugaban. Incluso muchos hombres se fascinaban con su porte de hembra fina y sus palabras.
En ellos atraía su apariencia en ellas la inteligencia, su personalidad y su capacidad de hacer cosas y lograr metas.
El Cisne sabía hacerse ave de mañas y augurios, cuando Mandroñedo el despechado del poder salió de la cárcel, lo transformó en su aliado, trajeron a la campaña una agencia de modelos abrazadoras y pegajosas muy ligeras de ropa y activas para incitar a los votantes, buscaron para el cura de más poder un muchacho sugestivo y lograron que sus sermones sonaran a su favor, cada acto se iniciaba con una ceremonia que sacaba el ejemplo de Susana del rio del olvido y la presentaba con augurios de la diosa que guiaría al príncipe elegido destinado a llevar el pueblo de esa diosa de la mano de todos los santos a su salvación terrena y vida eterna.

Las encuestas contaban tan parejas que se hacían decisorias las mujeres, los otros le inventaron relaciones inmorales y oscuras a la Amazona, aducían que la Carmela explotaba una sexualidad de jinetera y que ponía en juego su capital erótico con ese porte de dama fina, la hicieron centro de escándalo en noticieros de periodistas comprados y el cura sermoneaba que debería ser castigada; aún así, la fuerza ganadora estaba con la Amazona, hasta aquella bala que la sacó del escenario en la tarde de la fiesta del cumpleaños de El Cisne.