Cartas de Palacín

undefined Marianao

Hola a Todos:

Busco mis raíces familiares

Mi abuelo salió de España a buscar  refugio en República Dominicana. Se llamaba Emilio Palacín Yance, mis bisabuelos murieron en la guerra, se llamaban Carmelo Palacín y Ponciana Yance, de Murcia.

He llegado a Cuba para sentir memoria de tiempos de mi abuelo, estuve cerca de la casa donde vivió en Marianao, esquina próxima a una bodega donde encontré una fila larga y corrillos de viejos que hacían sus apuestas de la bolita o compraban el periódico en el estanquillo, aquí hay niños mataperreando en sus chivichanas y la inmóvil mesa de dominó con un público de jugadores fanáticos. En la calle veo baches a los que la gente ha puesto nombre, con el pasar de los años siempre  están allí, dan parte de las cosas que tardan  en arreglarse y ellos intentan ignorar para no perder la sonrisa. A mi memoria acuden cientos de recuerdos y no me ubico aquí. En mi paso por el barrio obrero de Pogolotti  un coro de ensayo canta en plena calle su trova guapachosa.

Coro: «Queremos agua / solo queremos agua para vivir/ (una voz) Ahí no más, ahí no más. (Una cantante) Que hermosa es el agua/ que viene del manantial/ transparente y clara / y sirve para lavar/ que buena eess,  

A mi curiosidad dos mulatas atentísimas explican. —Eso es lo que se canta aquí ahora, porque eso sí, el agua sí que hace falta aquí en todo el barrio, ese canto lo hemos compuesto todos— .

Y sigue:  

Vivencias en Marianao. Nany con sus muñecas..
Esto es Pogolotti. Primer barrio obrero en Cuba.

 Ahí no más, ahí no más                                                                                                                    

Que hermosa es el agua / que viene del manantial /  transparente y clara /  y sirve para lavar, /  que buena eeees, para gozar,  /el agua.

/Queremos agua / solo queremos agua para vivir.

Mira mira, si tú quieres cocinar,  /después hay que limpiar, /por eso,  por eso,  el agua no ha de faltar,  /que buena eeees, que buena para gozar /no, no y no y no”.

Volteo la cuadra de Maceo, calle estrecha de viviendas normales, ladrillo y cemento; sin más, en la distancia me observan tres mujeres cuyos trajes armonizan con el gris de las paredes y los pisos,  tono tierra y natural en rosa y algodón crudo, una de falda azul.  En su casa parquea un automóvil Buick de 1950 color verde oliva, parece un desafió del poderío norteamericano de la postguerra, no sé si este armatoste grande aún sea tan  poderoso y tan potente, ahí estacionado en la matriz de su año.

Indago por  Hilario Quincozo, actor, diseñador, realizador de títeres, pintor y escultor, también guitarrista y cantaba boleros; de él me dieron pistas, sabía de él y conocía la casa donde vivió mi abuelo, su lugar donde le enseñó la guitarra flamenca. Desde allí las mujeres me acompañan a otro sector, La Isla del Polvo; el edificio está descascarado, conserva el porte señorial del que gozó en el pasado, al lado de un árbol frondoso de ceiba donde está la otra casa del viejo Hilario.

Cuatro Mujeres

Salí pensativo a  una calle llena de niños con educación y futuro incierto, no están tocados por la miseria, ni por la droga, ni por la falta de expectativas, tienen buena atención en este país con futuro contingente. Para cada una de esas vidas, Hilario Quincozo, el amigo del abuelo que estuve buscando, siente en su interior una melodía, un son lleno de alegría, a veces melancólico con tono de  un blues agónico.  Te escribo y en alguna casa suena una canción de Nina Simone…

Pienso en tu madre, la mujer que abandonó a mi abuelo por el miedo de la guerra, pienso en Mayita, la enamorada que dejó nuestro abuelo en Cuba, pienso en mi abuela Sara y otras mujeres porque también hay mujeres negras con su nombre, las evoco con esta canción que contiene la vida de cuatro mujeres machacadas por la vida, con una melodía casi minimalista y la he oído miles de veces. 

Aquí donde vive la muñequera Cecilia, una mujer que conocí y te hablaré en otra carta, era nieta de Mayita, la bailarina del cabaret Tropicana que enfermó por un mal paso en el baile y para aliviarla mi abuelo le preparó un ungüento, ella se enamoró cuando escuchó su guitarra flamenca, luego él le hizo su masaje en las piernas mientras ella sentía tal suavidad y energía sanadora que lo miró y miró hasta atraparlo con esos ojos de muñeca alicantina. Fue un romance corto porque nuestro abuelo resolvió irse de Cuba y después ella se hundía en la tristeza cuando él emigró.

Te anexo datos y te enviré notas sobre mis vivencias tras las huellas de nuestro abuelo.

Emiliano Palacín. Tu primo.

Una respuesta a “Cartas de Palacín”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: